Empiezo por lo que debería ser obvio: nadie debería congratularse porque el presidente López Obrador se haya contagiado de la Covid. La mezquindad de quienes celebraron el contagio, y de algunos que incluso fueron más allá, es vergonzosa. Dicho esto, le deseo al presidente una recuperación rápida y satisfactoria.

Sin embargo, el contagio del presidente pone en la mesa varios temas, a saber, ¿es cierto, como dice López-Gatell, que el presidente tiene derecho a la privacidad “como todo ser humano”?, ¿cuál es la manera en la que debe tratarse el estado de salud de los Jefes de Estado y, en su caso, de demás servidores públicos electos popularmente o que desempeñen cargos de Estado? Voy por partes.

Por supuesto que todos tenemos derecho a la privacidad, a mantener fuera del ojo público las partes más íntimas de nuestra vida. Esa es la semilla más básica de libertad, en donde una parte de cada individuo es suya y sólo suya. Esto incluye, por supuesto, nuestros datos clínicos y biométricos, acaso los elementos más propios, que nos vuelven quienes somos, únicos y diferentes a los demás y, por tanto, nos constituyen como seres humanos. Pero cuando alguien decide incursionar en el servicio público, y conforme se hace de más responsabilidades, las reglas cambian. Ella o él van sometiéndose a un escrutinio público mayor que conlleva una menor protección a su esfera privada, simplemente porque su estado de salud se torna en un asunto de interés público. En el caso de un Jefe de Estado las razones de esto no son difíciles de dilucidar.

Una de las principales características del trabajo de un Jefe de Estado es decidir. Decide un sinnúmero de cuestiones todos los días, cuyo alcance nos afecta a todos. Las decisiones son consustanciales al poder político. Por tanto, si el estado de salud afecta la capacidad de decisión de quien nos gobierna –ya sea porque debe mantener absoluto reposo y descanso, o alguna afectación más grave-, todos nosotros tenemos derecho a saberlo porque es importante conocer si la persona que elegimos es apta para desempeñar su encargo, o si alguien más lo está haciendo en su lugar. Además, no debe olvidarse, que el tratamiento de nuestros máximos gobernantes corre a cargo de recursos públicos (y así debe ser); lo que a su vez significa una obligación por parte del poder público de transparentar cómo se erogan esos recursos. Por todo lo anterior, es obligación del gobierno en turno informarnos con todo detalle el estado de salud de nuestros gobernantes.

En el caso del presidente López Obrador hay muchas cosas que no sabemos. Mientras la secretaria de Gobernación se hace cargo de las mañaneras, nos dicen que el presidente se encuentra de buen humor y trabajando. ¿Exactamente en qué está trabajando?, ¿fuera de la mañanera hay otras actividades que delegó en otros funcionarios o sigue haciendo lo mismo que hacía antes? La respuesta a estas interrogantes es de suma importancia porque tiene repercusiones no sólo políticas, sino jurídicas. Hay facultades que sólo puede ejercer el presidente, a menos de que se siga el procedimiento constitucional para suplirlo temporalmente, el cual hasta la fecha no se ha hecho. Otra cuestión no menor es que no sabemos bien a bien cuál es el estado de salud del presidente. Nos han dicho que presenta síntomas leves y febrícula. ¿Cuáles son estos “síntomas leves” ?, ¿de cuánto fue la febrícula?, ¿cómo está su oxigenación? Todo esto se debería informar porque sabemos que el virus actúa de formas insospechadas: de un día para otro todo puede cambiar y devenir en escenarios catastróficos. El vacío de información, en vez de comunicar una fortaleza sobrehumana del presidente, se presta a la especulación y a las teorías conspirativas. Ya corrió una versión de que había sido internado en un hospital, la cual se desmintió rápidamente. Y esto apenas comienza, la parte más grave de la enfermedad está por venir. Por eso se requiere de un ejercicio de comunicación clara y constante, y un esfuerzo por hacer público cómo es que el gobierno está operando y, más aún, operaría en caso de que se llegue a un peor escenario.

Ejemplo hay varios. Boris Johnson y Emmanuel Macron optaron por transparentar al máximo su estado de salud mientras eran tratados por Covid19. Johnson lo hizo a través de videos, mientras que Macron lo hizo a través de informes puntuales por parte de su vocero. Es más hasta Trump cuando se enfermó mostró más transparencia de la que hoy muestra AMLO.

Y es que ellos sabían algo que espero sepan las autoridades mexicanas: la salud de las y los Jefes de Estado incide en la salud política, social y económica del Estado en su conjunto. Deberían de recordar lo que bien dijo el presidente cuando recién fue electo: el ya no se pertenece, sino su “amo es el pueblo de México”. En este caso, la información sobre su salud debería pertenecernos a todos.

@MartínVivanco 

Google News

TEMAS RELACIONADOS