Revelar que el feminicidio se agudizó con el neoliberalismo ha causado una gran amargura en los ideólogos y adictos de esa forma de pensar. Con presunta lucidez afirman que no es el neoliberalismo sino el machismo el que está en el fondo de esta tragedia.

En efecto, el machismo no nació con el neoliberalismo. Ni siquiera con el capitalismo. La dominación sexista sobre las mujeres es milenaria y ha sido alimentada por las vertientes más conservadoras que súbitamente hoy la han descubierto.

El debate estriba en este fenómeno agudo de criminalidad misógina que se está viviendo en las últimas décadas, atizado por el modelo económico social. En otras palabras, al viejo machismo se agregó una violencia económica, social, política y delincuencial con nuevas modalidades en los días de la globalización neoliberal.

En el portal de Cimac, una de las organizaciones feministas de mayor trayectoria en México, encontramos un trabajo realizado en 2003 en el que se indica: “Inició el feminicidio en 1989. El aumento de la violencia contra las mujeres en Ciudad Juárez, fronteriza con Estados Unidos, comenzó a ser notorio en 1989, pero la situación se volvió inmanejable en 1993.”

En 2018, Alice Schyllander estudió en la Universidad de Michigan el impacto del neoliberalismo en el género a partir de la violencia y explotación de mujeres trabajadoras en las maquiladoras.

En 2019 se difunde el artículo de Denisa Krásná y Sagar Deva titulado “Neoliberalismo, TLC y deshumanización: el caso de los feminicidios en Ciudad Juárez”, en donde se señala la relación entre el neoliberalismo y la violencia hacia las mujeres.

Al fenómeno de la precarización de la fuerza de trabajo femenina se agrega la intensificación de los tráficos ilegales mundializados. Creció la trata de personas, especialmente de mujeres jóvenes, adolescentes y niñas vinculada al tráfico de órganos y al tráfico sexual.

Se intensificó el narcotráfico internacional y, con ello, adquirió un posicionamiento inusitado la cultura de la violencia machista.

Con todo ello, se fortalecieron los valores que mercantilizan todo, profundizando la cosificación de las mujeres, el desprecio por su vida.

Los procesos extremos de liberalización económica produjeron la ruptura del tradicional tejido social y familiar al tiempo que el Estado desmantelaba las redes institucionales de protección social.

Este escenario de crispación es sacudido por la llamada guerra contra el narco en la que los abusos hacia las mujeres se incrementaron, tanto por los grupos del crimen organizado como por las fuerzas del orden.

Por otra parte, la vieja derecha conservadora empoderada con la llegada del neoliberalismo añadió un ingrediente de violencia política contra las mujeres. Redobló su batalla para criminalizar y encarcelar a las mujeres que deciden sobre su cuerpo, forzando contrarreformas en más de la mitad de los congresos locales del país.

Los jerarcas del partido conservador se dieron vuelo utilizando términos para ofender a las mujeres como: “viejerío” o “lavadoras de dos patas”, etc. Algunos de sus legisladores y funcionarios fueron exhibidos alentando la prostitución o agrediendo sexualmente a mujeres en el mundial de futbol de Brasil.

Como podemos ver, la legendaria dominación machista sí se vio recrudecida en la era del neoliberalismo.

Las autoridades actuales tendrán que hacer un gran esfuerzo para combatir eficazmente, al mismo tiempo, la violencia feminicida de nuestros días y el machismo milenario. Para ello será necesario potenciar la vocación social y asumir una perspectiva de género.

Senador de la República

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