El libro de Napoleón Gómez Urrutia El colapso de la dignidad está lleno de revelaciones y datos, que dan la razón a los mineros en el largo conflicto que vivieron durante dos sexenios.

Relata la epopeya de un sector de la clase obrera mexicana que terminó en la victoria después de una dolorosa resistencia.

Las clases dominantes hacen ver a sus oponentes como demonios, para que nadie siga su ejemplo. En el discurso hegemónico histórico los indios son salvajes; las mujeres rebeldes, brujas; los científicos, herejes; los comunistas, come niños; los judíos, avaros; los negros, asaltantes; los árabes, terroristas y los populistas, peligrosos.

Por eso, la campaña contra Napoleón fue brutal. Lo acusaron de robarse 55 millones de dólares, de lavado de dinero y de fraude.

Tres presidentes de la República se le fueron encima. La PGR, la AFI, las procuradurías de varios estados; las televisoras.

Sus adversarios tomaron las oficinas del sindicato, le negaron la toma de nota, lo desconocieron como dirigente, reconocieron a personajes espurios, congelaron las cuentas al sindicato, encarcelaron a varios dirigentes, impusieron sindicatos blancos en varias secciones, desconocieron ilegalmente las huelgas, asesinaron a mineros en Michoacán, Zacatecas y Sonora y obligaron a Napoleón a un exilio de 12 años.

¿Por qué? ¿Qué les hizo Napoleón?

Alguien ha señalado que es un dirigente sindical que se gestó en el sistema, en los sindicatos del Congreso del Trabajo y del PRI.

Pudo haber sido un líder más, subordinado. Pero le tocó una época en que la minería se convirtió en uno de los sectores más dinámicos del modelo neoliberal.

Las búsqueda incesante de la ganancia extrema llevó al llamado extractivismo, una actividad sobreexplotadora de los recursos del subsuelo.

En el mercado mundial los precios de los minerales se fueron hasta las nubes.

Carlos Salinas de Gortari privatizó las minas y facilitó las concesiones mineras. Vicente Fox y Felipe Calderón entregaron un tercio del territorio nacional a las compañías mineras.

Durante esos dos sexenios salieron del país más toneladas de plata que durante trescientos años de la conquista española.

¿Qué hizo Napoleón?

Buscar que una parte modesta de esa gigantesca riqueza beneficiara a los mineros con programas de educación, salud y buenos salarios.

Ese fue su pecado.

Fue su perdición, el motivo de la furia que lanzaron en su contra gobernantes corruptos, títeres al servicio de los hombres del dinero, incapaces de darle al poder la dignidad republicana, la supremacía que coloca lo público por encima de los intereses particulares.

Fue su perdición, pero también su reivindicación histórica. Napoleón resistió todos los embates y en el curso de esa guerra política tomó posturas cada vez más definidas.

Enfrentó a los gobiernos de la derecha panista. Rompió con el PRI, con el sindicalismo charro, denunció abiertamente al neoliberalismo, defendió el derecho sagrado de los trabajadores de elegir a sus dirigentes, sin intervención de gobierno y empresarios, impulsó alianzas estratégicas con los sindicatos de EU, Canadá y Gran Bretaña. Y apoyó el cambio en México en el momento decisivo.

Pudo haber aceptado los 100 millones de dólares que le ofrecieron. Pero prefirió estar al lado de los mineros.

Ganó todos los juicios y regresó al país. El libro es la historia dolorosa de la agresión que sufrieron los mineros, pero también de la resistencia infatigable que casi siempre conduce a la victoria.



Senador de la República

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