Recibí una notificación doble: ser merecedor de la condecoración Ignacio Manuel Altamirano que otorga el Estado de Guerrero y ser invitado como orador a la ceremonia de premiación. Como gobernador, José Francisco Ruiz Massieu promulgó en 1989, la Ley de Premios Civiles del Estado que establece esta Condecoración para reconocer: “los servicios prominentes prestados al Estado de Guerrero”.

La noticia fue gratificante; sin embargo estar presente fue imposible. Los juristas anglosajones llaman “Act of God”, a la fuerza mayor. Hay imposibilidades físicas que ni siquiera la voluntad puede superarlas.

No pude expresar personalmente al gobernador del estado, Héctor Astudillo, ni al secretario general de Gobierno, Florencio Salazar, mi agradecimiento y la significación de su gesto, lo que ahora hago en este espacio. Hubiera explicado cuáles han sido, desde mi perspectiva, los servicios prestados.

Mi liga con Guerrero fue José Francisco Ruiz Massieu. Mi profesora en la Universidad de Texas, la notable historiadora Nettie Lee Benson, había dedicado varias sesiones para resaltar la figura de Juan Álvarez, el creador del estado de Guerrero. Sugirió como lectura una biografía de Clyde G. Bushnell, investigador que dedicó su proyecto académico al héroe de tres guerras: la de Independencia, la de Estados Unidos y la de la intervención francesa. Puse en conocimiento del entonces candidato al gobierno del estado el trabajo y le propuse traducirlo para divulgarlo. El libro se publicaría más adelante, lleva varias ediciones.

Ruiz Massieu me invitó a participar en un experimento que cristalizaría en la República: la primera Secretaría de Desarrollo Social del país. Concentraría educación, salud, trabajo, cultura, deporte y asistencia social. La regla federalista fue que los delegados federales acordarían con el secretario de Desarrollo Social y no con el gobernador.

En esa trinchera se llevaron a cabo programas que tendrían vida posterior: algunos aparentemente modestos como los colegios de bachilleres por cooperación que emularon las preparatorias federales por cooperación, proyecto del presidente Cárdenas para involucrar a las comunidades en la tarea educativa.

La colección de publicaciones de formato mayor, apreciadas en el mundo bibliográfico. Los libros coordinados por Javier Wimer en la Biblioteca del Sur dejaron huella. Cito algunos: El Abogado Mexicano, Casas Bibliotecas de Mexicanos, Malaspina, el Galeón del Pacífico, Santa Prisca, Muchas Moradas hay en México y el Arte de Mezcala.

La organización de las Jornadas Alarconianas, coordinadas por Héctor Azar, como un festival de cultura auténticamente popular alrededor de la figura del taxqueño Juan Ruiz de Alarcón. La semana altamiranista para recrear la incomparable obra de Altamirano. En esa aventura acompañaron el proyecto con sus ideas y talento, Catalina Sierra Casasús y Gastón García Cantú

La Universidad Americana de Acapulco, incorporada a la UNAM, contó con el apoyo de los rectores Guillermo Soberón, miembro de su Junta de Gobierno y de José Sarukhán. Concebida como universidad privada, otorga 35 por ciento de becas. Desde su creación han egresado cerca de 10 mil profesionales. En este proyecto se me encomendó, como patrono general, la orientación académica.

Decir que el estado de Guerrero es mi patria chica sería una frase trillada. En Guerrero descubrí que la leyenda negra que se le atribuye a esta entidad sobre la violencia social incontrolada y generalizada, no es otra cosa que el producto de la extrema pobreza, la desigualdad y la injusticia sociales, el caciquismo y el crimen organizado. Ese no es Guerrero. Los guerrerenses son dignos herederos de tradiciones libertarias, republicanas, justicieras, democráticas, solidarias; mujeres y hombres patriotas de alta sensibilidad artística y cultural.

Estar cerca de Guerrero ha sido un acierto en mi vida. !Gracias Guerrero!

Exsecretario de Desarrollo Social del Estado de Guerrero. Profesor de la UNAM

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