El único poder que el presidente no ha podido domar es el Poder Judicial de la Federación. Por ello ha crecido el interés público por la Suprema Corte. Signo alentador, en razón del relevante papel de los ministros. No tanto por militantes políticos —deben ser lo contrario—, sino porque lastimadas las instituciones por los arrebatos presidenciales, los jueces son el valladar de la República. Numerosas decisiones judiciales frenarán las violaciones constitucionales provenientes de Palacio, no por explicaciones ideológicas, sino por razones constitucionales.

AMLO envió al Senado una terna para sustituir al ministro Fernando Franco. Conocido allá adentro como “de afuera”, cumplió 15 años de encargo. Formado en la Escuela Libre de Derecho, con carrera política previa, demostró que los políticos pueden ser buenos ministros cuando son buenos políticos. Deja zapatos grandes: su disciplina para apegarse al derecho, su discreción personal, no haber hecho política en la Suprema Corte. Deja huella profunda de probidad intelectual.

Para sustituirlo el presidente presentó una terna integrada por Loretta Ortiz, Eva Verónica de Gyves y Bernardo Bátiz. La elección de Loretta Ortiz fue, como en la lucha libre, la tercera la vencida, en tanto fue la tercera vez que AMLO la propuso. Más allá de las personas, una Loretta victoriosa y otras, Batiz y De Gyves reprobados por el Senado, el procedimiento del nombramiento evidencia el disparate constitucional. La práctica de utilizar ternas es una desdichada herencia del siglo XIX, particularmente de las Leyes Constitucionales de 1836, que implantaron un régimen tan conservador que el máximo órgano se llamaba, nada menos, que Supremo Poder Conservador.

La designación de los ministros es un tema central para la independencia judicial. La fórmula de que sea el presidente el que proponga al Senado tres nombres para acceder al cargo, como ocurre en México o envíe un solo nombre al Senado para su ratificación, como ocurría antes aquí y sucede ahora en Estados Unidos, muestra la significación de un cargo en que participan los tres poderes del Estado.

Actualmente las ternas someten a los “terneros” a un lastimoso ejercicio de proselitismo suplicante ante los senadores en busca del voto favorable. En las tres ternas que AMLO ha presentado al Senado siempre sale el candidato escogido. Las recientes reformas a la Constitución hubieran sido un buen momento para recuperar al sistema anterior: el presidente propone un candidato y el Senado lo acepta o lo rechaza. No se ve el beneficio de un ejercicio desgastante para la transparencia que deben los órganos del Estado a la ciudadanía.

Loretta Ortiz participará a favor o en contra de decisiones presidenciales cuestionadas por dudas constitucionales. Tendrá la disyuntiva de servir al presidente que la hizo ministra, lo que hablaría bien de su lealtad política al cacique o bien, servir a la justicia constitucional, como exige la buena marcha de la República, lo que hablaría bien de su responsabilidad patriótica. No puede dejar de mencionarse que estará en la Corte 15 años, de los cuales únicamente tres le corresponderán a AMLO. Sus votos dirán cuál resultó su preferencia, si con melón o con sandía.

Consejero fundador del Consejo de la Judicatura Federal.
@DrMarioMelgarA