Caribe y Pacífico oriental han sido mares testigos de la muerte de 83 personas. El marcador de la guerra Trump vs narco latinoamericano va precisamente 83 a 0. De los 83, hubo dos sobrevivientes,ahora muertos, que han generado un polémica internacional y puesto en entredicho la validez de las leyes. Hablo del derecho internacional cuyo propósito es regular la política y las relaciones entre los Estados para mantener el orden, la paz, la cooperación. La guerra de Trump no tiene opositores entre la comunidad de naciones, salvo alguna expresión del Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos. Los países no se pronuncian temerosos de que se les considere afines a los narcos o desalineados con Trump.

Los ataques en contra de embarcaciones tienen como blanco los cargamentos de droga, pero también se dirigen a los navegantes. El mando militar de EU dio órdenes de utilizar la fuerza letal contra sospechosos del contrabando, lo que no previeron es qué hacer si después de los ataques quedaban personas vivas indefensas. ¿Se les debía rematar o brindarles asistencia?

El Washington Post publicó una nota afirmando que el almirante Bradley ordenó, después del primer ataque, una segunda embestida, con base en la instrucción del secretario de Defensa Pete Hegseth para liquidar a dos sobrevivientes. Lo anterior podría configurar un crimen de guerra conforme a leyes internacionales. Porque en la guerra como en la paz, en la tierra como en el mar, la ley es la ley.

La polémica no es nueva. En el juicio de Nuremberg, ahora recordado en la película de pronta aparición “Nuremberg”; film que mantiene la saga de “El juicio de Nuremberg”, éste con dos oscares y nada menos que con estrellas como Spencer Tracy, Burt Lancaster y Marlene Dietrich, ocupa nuevamente el interés público. En aquel proceso judicial, que fue el primero en que se juzgaba a líderes de un Estado por crímenes internacionales, la defensa de Karl Dönitz, comandante de los submarinos alemanes durante la II Guerra, hizo traer a declarar a Chester W. Nimitz, el almirante de la Marina de EU.

Nimitz, héroe del Pacífico en combates contra Japón, fue un texano en cuya memoria se erigió en Fredericksburg, un pintoresco pueblo texano, paradójicamente fundado por emigrantes alemanes, un museo nacional sobre la guerra en el Pacífico. Nimitz, al contrario de lo que esperaba la fiscalía, declaró que en la II Guerra Mundial se practicó una guerra submarina irrestricta, en la que no prestaban ayuda a los náufragos enemigos. Lo mismo que el nazi Dönitz que prohibió el rescate de los náufragos, igual que los ejecutores de la política de Trump.

No todo fue barbarie en la misma II Guerra, ni los alemanes fueron todos unos desalmados. Hans Langsdorff el almirante del acorazado alemán Graf Spee, oficial del Imperio alemán y portador del uniforme con la cruz gamada, prestó ayuda a los náufragos enemigos; ordenó rescatar a los tripulantes enemigos, darles comida, atención médica y trato humanitario; mantuvo a bordo a un buen número de prisioneros y puso a salvo a otros antes de hundir los barcos.

Hay un arsenal de disposiciones sobre Derecho del mar que se han ido configurando a partir de experiencias como las derivadas de las guerras, pero también del comercio y tráfico naviero. La tradición de los marinos de ayudar a los náufragos, incluso a los enemigos, está totalmente acreditada internacionalmente. Veremos si el sistema estadounidense sigue las pautas internacionales o bien, ateniéndose a que son muy poderosos, determinan que no hay falta alguna, independiente de lo que digan, por ejemplo, la Convención de la ONU sobre el Derecho del Mar (UNCLOS), o el Convenio SOLAS (Seguridad de la Vida Humana en el Mar).

La ley es la ley, pero también puede prevalecer la ley del más fuerte, la ley de la selva.

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