Doha, Qatar .- La noche en Qatar comienza a caer a las seis de la tarde. Unas doce horas se mantiene el sol escondido en esta época del año en el país anfitrión de la Copa del Mundo . Se les vino la noche muy rápido a los cataríes.
Este sábado la noche también llegó más rápido y más oscura para los aficionados mexicanos que vinieron a apoyar a la Selección hasta el Medio Oriente; más de 80 mil mexicanos, según la Cancillería mexicana. La esperanza de hacer un buen partido contra Argentina nos reventó en la cara cuando el delantero argentino Lionel Messi hizo crujir el estadio Lusail con un disparo que venció a Guillermo Ochoa al minuto 64.
Desde ahí -y quizá mucho antes- México se sabía acabado, demolido, sin un liderazgo que animara al equipo. Como nos tiene acostumbrados, el entrenador Gerardo Martino hizo cambios que no funcionaron y mantuvieron a la Selección en modo defensivo con un juego aburrido, anacrónico, apagado, que ya había enseñado hace meses y por sorprendente que parezca los dueños del futbol mexicano siguieron comprándolo, pésele a quien le pese y gústele a quien le guste.

El estadio más grande de Qatar, el Lusail, rompió récord: admitió a más de 88 mil aficionados, de los cuales por lo menos unos 50 mil eran seguidores del equipo argentino que, sin mostrar tampoco mucho futbol, puso a México en su lugar y dejó mudos a los aficionados durante toda la segunda mitad del partido.
El estruendo callejero de los mexicanos quedó sepultado en Doha con los goles de Messi y Fernández. El enojo de los aficionados fue por el mal juego de una Selección que no emociona, no pelea y no tiene un líder. A falta de este, en los últimos minutos del partido el Chuky Lozano saltó de la banca para gritarle a los jugadores e intentar despabilarlos. Todo en vano.
El entrenador de la Selección Mexicana, Gerardo Martino, quedó desdibujado. “Traidor”, le gritaban algunos aficionados desde la tribuna por su nacionalidad argentina.
Pero la “culpa” o responsabilidad de Martino es anecdótica. Se acabará el Mundial, le pagarán sus millones, volverá a Argentina o a otro país a dirigir a otro equipo y los jugadores mexicanos también regresaran a sus clubes con su vida de ensueño.
La afición y los mexicanos que siguen a la Selección deberán renovar su fe y la esperanza de que algún día el futbol mexicano dé para más; por lo menos para dejar de hacer ridículos en los Mundiales.
@MarioMal