La venta del 49% de Grupo Ollamani a General Atlantic y la alianza con Kraft Analytics Group tienen detrás una historia en la que Emilio Azcárraga Jean fue protagonista y que también se conecta con la estrategia rumbo al Mundial de futbol de 2026.

Desde hace varios años, Azcárraga Jean construyó alianzas con dos de los propietarios más influyentes del deporte en Estados Unidos y Europa: la familia Glazer, dueña del Manchester United, y Robert Kraft, propietario de los New England Patriots y del estadio Gillette. De los Glazer, el Club América importó metodologías de entrenamiento, tecnología, análisis de datos y modelos de gestión deportiva; con Kraft compartió una visión más amplia: consolidar el deporte como plataforma de negocio, poder blando e influencia internacional. Ambos coincidieron en un objetivo común: buscar llevar la Copa del Mundo a Norteamérica.

A esa estrategia se sumaron actores decisivos. En Estados Unidos, Sunil Gulati, entonces una de las figuras más influyentes del futbol estadounidense, encabezó el cabildeo político y deportivo. En México, Azcárraga operó de la mano de Decio de María desde la Federación Mexicana de Futbol. Y en el plano continental apareció Víctor Montagliani, presidente de la Concacaf. Con ese bloque consolidado, el acercamiento con la FIFA se intensificó y la relación entre Azcárraga y Kraft se volvió estrecha. El posterior acercamiento con la FIFA y tras largos meses de trabajo resultó en la designación del Mundial 2026 para Estados Unidos, México y Canadá.

Esa misma red de poder hoy se refleja en el salto corporativo del Club América. La alianza entre Grupo Ollamani y el fondo estadounidense General Atlantic es la continuación de una estrategia que concibe al futbol como activo de negociación global. El acuerdo dio origen a Grupo Águilas, que concentra al América, al Estadio Azteca —hoy Estadio Banorte para fines comerciales— y los activos inmobiliarios asociados. Ollamani conserva 51% del control; General Atlantic entra con 49%, en una operación valuada en alrededor de 490 millones de dólares. Azcárraga mantiene el mando, pero suma capital internacional y músculo para seguir escalando el negocio.

Tras el anuncio, las acciones de Ollamani en la Bolsa Mexicana de Valores alcanzaron máximos históricos de 82.76 pesos y una ganancia acumulada de 33.5% en lo que va del año. Desde su debut tras la escisión de Televisa, los títulos han triplicado su valor, con un alza cercana al 200%.

El apetito internacional por el futbol mexicano está generando una ola de transacciones que reconfiguran el negocio rumbo al Mundial 2026. Innovatio Capital compró el Querétaro por 120 millones de dólares, abriendo la puerta al capital extranjero con mayoría accionaria en la Liga MX; Grupo Orlegi inició la venta del Atlas con una valuación cercana a 200 mdd; Mazatlán FC, del Grupo Salinas, enfrenta presiones legales y exploraciones de venta o sustitución de franquicia, con el Atlante buscando regresar a la Liga MX, mientras que equipos como León y Puebla deberán desinvertirse de participaciones mayoritarias para cumplir con reglas de FIFA. En otro frente, la red de filiales del Atlético de San Luis cambió de dueño indirectamente tras la adquisición de Atlético de Madrid por Apollo Sports Capital. Estos movimientos muestran cómo fondos, family offices, exdeportistas y celebridades ya analizan inversiones en clubes mexicanos ante un mercado más accesible y con alto potencial de crecimiento.

En paralelo, la operación del Mundial en la Ciudad de México avanza con fuerte participación privada. Azcárraga está directamente involucrado en el proyecto Host City CDMX, cuyo eje será un Fan Fest en el Zócalo con capacidad de hasta 60 mil personas diarias, lo que lo convertiría en uno de los más grandes del continente. La capital contará con 16 sedes oficiales para transmisión de partidos y, a nivel nacional, con al menos 30 espacios públicos adicionales. A ello se suma un corredor cultural que integrará a los principales museos del país como parte de la estrategia turística.

El Estadio Azteca —que durante el Mundial no podrá usar nombre comercial y se llamará Ciudad de México— será reabierto operativamente el 28 de marzo con el partido México–Portugal, a estadio lleno, como ensayo general de logística, accesos y seguridad. El inmueble contará con pasto híbrido, conectividad total, Wi-Fi gratuito, accesos inteligentes, nuevas cámaras y servicios modernizados. La intención es simular condiciones reales de Copa del Mundo para corregir fallas con margen de tiempo.

En movilidad e infraestructura, la Ciudad de México, Guadalajara y Monterrey presentan retrasos frente a los compromisos asumidos con la FIFA. Guadalajara es la sede con mayores probabilidades de cumplir. Monterrey es la más rezagada: no estarán listos el metro ni los esquemas de transporte prometidos. En la capital, avanzan la ciclovía hacia el estadio, la rehabilitación del paradero frente al Azteca y el aumento de trenes en el Tren Ligero; quedaron en proyecto el paso a desnivel desde Periférico y el Cablebús desde Ciudad Universitaria.

La operación del estadio será estricta. No habrá acceso para vehículos particulares, ni siquiera para palcos, por razones de seguridad, bajo un esquema similar al de la NFL. Todo el traslado será mediante transporte autorizado. La FIFA controlará alimentos y bebidas, respetando los derechos de los propietarios de palcos.

En el plano político-administrativo, una funcionaria clave para destrabar la agenda cultural ha sido Alejandra Frausto. En contraste, el área de movilidad sigue siendo el principal cuello de botella.

Así las cosas a medio año del arranque del Mundial.

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