La precipitada inauguración del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, calificado por muchos como una farsa del gobierno de la 4T, se enmarca en las estrategias que todos los presidentes han utilizado para mostrar resultados antes de una elección importante. Sin embargo, el desenlace de todas estas historias ha sido tan negativo que podría considerarse un tipo de maldición.

Para estrategas electorales, Andrés Manuel López Obrador abrió la Caja de Pandora con el aterrizaje simulado de aviones comerciales en una pista que ya existía en la base militar de Santa Lucía, y se encamina muy probablemente a una crisis de imagen y credibilidad similar a las que se tuvieron con el Paso Exprés de Cuernavaca, en el sexenio de Enrique Peña Nieto, y los contratos de la constructora Tradeco, con Felipe Calderón.

El evento del pasado miércoles se realizó sobre una infraestructura que no llega a 50%
de avance y con aviones comerciales vacíos que, según confirman en la propia SCT, de Jorge Arganis Díaz, nunca aterrizarán en esa posición ni podrán compartir el espacio aéreo con el actual aeropuerto capitalino y el de Toluca.

¿Por qué aceptaron ser parte del show las aerolíneas comerciales? Quizá porque para sus dueños es imperativo tener una buena relación con el gobierno en turno. Principalmente Viva Aerobús, del mexiquense Roberto Alcántara, ligado al Grupo Atlacomulco, quien no dudó en presumir su participación en el evento.

El montaje, con un López Obrador aterrizando también en el nuevo Aeropuerto Internacional a bordo de un Boeing 737-800 militar, se llevó a cabo en la conmemoración del 106 aniversario de la Fuerza Aérea Mexicana, a menos de dos meses de que inicien las campañas electorales por el Congreso y las gubernaturas el próximo 4 de abril, cuando el Presidente ya no podrá recurrir a inauguraciones y difusión de resultados.

Uno de los últimos casos que se recuerda de estas inauguraciones apresuradas es el del libramiento de Cuernavaca, Morelos, conocido como Paso Exprés, el cual terminó en una tragedia que cobró la vida de dos usuarios del tramo carretero estrenado el 5 de abril de 2017. El gobierno de Peña Nieto enfrentaba en ese año un proceso electoral en el que se ponía en juego la gubernatura de su natal Estado de México.

De acuerdo con información de la Auditoría Superior de la Federación, la obra originalmente estaba programada para entregarse el 30 de junio de 2017, pero una orden surgida desde la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, entonces a cargo de Gerardo Ruiz Esparza, obligó a que el libramiento fuera entregado 91 días antes de lo que establecía el contrato, es decir el 31 de marzo de ese mismo año.

Otro ejemplo de resultados negativos, por calcular los tiempos de desarrollo de infraestructura con base en una lógica electoral es el de la relación del gobierno de Felipe Calderón con Tradeco, de Federico Martínez, una constructora que se consolidó como la favorita de ese sexenio, pero que dejó al Presidente con las tijeras en la mano y sin posibilidad de inaugurar en momentos clave las que serían obras cumbre de su sexenio.

La carretera Durango-Mazatlán, con el multipremiado puente Baluarte Bicentenario —en ese entonces el puente atirantado más alto del mundo—, se inauguró hasta el primer año de gobierno de Peña Nieto, en 2013, a pesar de que la misma se proyectó como el gran legado de las administraciones panistas.

La apuesta de una inauguración apresurada se ve entonces atractiva en un escenario en el que, como lo comentamos en este espacio, la prioridad presidencial es ganar a como dé lugar la Cámara de Diputados, pero arriesgada ante una historia que termina colocando a cada obra y a cada gobierno en su lugar.



mario.maldonado.padilla@gmail.com
Twitter:@MarioMal

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