Hacia el final del sexenio, la visión encontrada de dos de los secretarios de Hacienda del gobierno de Andrés Manuel López Obrador se parece más a la de dos funcionarios completamente ajenos, como si uno fuera del oficialismo y otro de la oposición. El choque de narrativas es tal que pareciera que no formaron parte del mismo equipo y que el jefe del Ejecutivo no les tuvo la misma confianza para elaborar los Paquetes Económicos.

Es la historia de Carlos Urzúa, el primer secretario de Hacienda de López Obrador, quien duró apenas ocho meses en el cargo y renunció abruptamente, entre otras razones por la ligereza (o incongruencia) con la que el presidente trazó su Plan Nacional de Desarrollo. El economista del Tec de Monterrey y de la Universidad de Wisconsin llegó en diciembre del 2018 y se fue en julio del 2019, a poco más de dos meses de la entrega del Paquete Económico 2019, el cual, según su sucesor y entonces subsecretario de Hacienda, Arturo Herrera, ya estaba muy avanzado en su elaboración.

El Paquete 2019 planteó un déficit público de 2.1% del PIB –que acabó en 1.6%– y un superávit primario –es decir, sin incluir el pago de los interés de la deuda– de 0.7%, aunque concluyó el año en 1.1%. Asimismo, previó un porcentaje de deuda/PIB de 43%.

El primer año de la nueva administración de “izquierda” fue conservador en sus expectativas de ingreso y gasto, puesto que privilegió la disciplina fiscal y el “no endeudamiento” que prometió López Obrador en su campaña. Fue un buen mensaje a los inversionistas y los mercados, quienes dudaban de la responsabilidad financiera y presupuestaria del nuevo gobierno, que además llegó con el lema de “primero los pobres”, con el cual muchos presidentes “populistas” han legitimado grandes presupuestos apalancados con deuda para derramar dinero sobre las clases menos favorecidas mediante los programas sociales.

No fue así y Arturo Herrera –pupilo de Urzúa– mantuvo esa prudencia fiscal durante los siguientes dos años en los que permaneció como secretario de Hacienda, de julio de 2019 a julio de 2021. El economista de la UAM, el Colmex y la Universidad de Nueva York lidió con una economía atribulada por la crisis sanitaria del Covid-19 y resistió la presión de todos los sectores económicos y de los gobiernos estatales de salir a buscar más deuda, pese a que el sector salud lo necesitaba. ¿El resultado de esa decisión que bajó del Presidente? Se mantuvieron estables los indicadores de deuda/PIB y déficit público, pero México fue uno de los cinco países que registró más muertes por la pandemia: unos 425 mil mexicanos.

Luego llegó Rogelio Ramírez de la O, quien es secretario de Hacienda desde agosto del 2021, por lo que le ha tocado proponer tres Paquetes Económicos, aunque el de 2022 prácticamente ya estaba hecho cuando llegó, pues se entregan en septiembre al Congreso de la Unión. En 2023 mantuvo la prudencia fiscal y fue hasta hace unos días que envió el Paquete del 2024 cuando se dio un viraje completo, al proponer un déficit público de 5% del PIB (o 5.4% incluyendo las transferencias a Pemex y CFE), un déficit primario de -1.2% y una deuda/PIB de 49%. El endeudamiento de 1.7 billones de pesos para financiar las pensiones, los programas sociales, el Tren Maya, la Refinería de Dos Bocas, así como a Pemex y CFE generó alertas y críticas de los bancos de inversión, las calificadoras y otros economistas, entre ellos el primer secretario de Hacienda de la 4T, Carlos Urzúa.

Ayer, en estas páginas de EL UNIVERSAL, el exfuncionario dijo que el Paquete Económico 2024 tiene “varias aristas preocupantes”, entre ellas el déficit público.

“La razón de ese incremento sustantivo del déficit radica, primero, en el gasto que ha tenido que hacer el presidente López Obrador para alimentar a sus elefantes blancos, entre ellos el inconcluso Tren Maya y la inconclusa refinería en Dos Bocas, por no hablar de esos vetustos paquidermos llamados Pemex y CFE”, lanzó.

Y agregó que también se debe al creciente gasto en pensiones y al que se ha tenido que incurrir debido a los programas sociales que López Obrador continúa acrecentando por “obvias razones electorales”.

Ramírez de la O argumentó que es el “último jalón” del gobierno para no dejar inconclusa ninguna obra de cara a la próxima administración, a la cual, se asegura, no van a dejarle un paquete explosivo que la obligue a hacer un reforma fiscal tan pronto inicie el sexenio, lo cual está por verse y entonces se sabrá cuál de las dos narrativas fue la acertada.

Posdata

En la CDMX se librará la próxima gran batalla de las “corcholatas”. La contienda será entre la alcaldesa de Iztapalapa, Clara Brugada –apuesta de los ultras de Morena y la 4T–, el exsecretario de Seguridad, Omar García Harfuch, y el aún presidente de Morena, Mario Delgado, quien recibió la “bendición” de Claudia Sheinbaum este fin de semana, cuando la acompañó de gira por Michoacán. La poseedora del bastón de mando le habría dicho que compitiera contra l@s demás y el o la mejor posicionad@ sería candidat@. Al gobernador de Morelos, Cuauhtémoc Blanco, lo quieren subir los “ultras” para quitarle votos a García Harfuch y transferirlos a Brugada. Otro de los jugadores es la oposición capitalina, pues los panistas quieren que sea la exalcaldesa de Iztapalapa la candidata de Morena, porque la ven menos competitiva, según sus principales liderazgos. Así que de pronóstico reservado este choque de trenes.

@MarioMal

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