La rápida propagación del coronavirus (Covid-19) sacudió violentamente los mercados financieros la semana pasada y obligó al mundo a reaccionar de prisa. Los bancos centrales, los ministros de finanzas de los países y los organismos internacionales como el FMI y el Banco Mundial desempolvaron sus manuales contracíclicos para evitar que la crisis económica sea tan profunda como la de 2008-2009, conocida como la Gran Recesión.

Este domingo la Reserva Federal de Estados Unidos recortó su tasa de interés en un punto porcentual, para dejarla en un rango de 0% a 0.25%, y anunció una ronda de compra de activos por 700 mil millones de dólares. Se trata de la segunda decisión de emergencia en menos de dos semanas para intentar disminuir los efectos adversos del coronavirus en la economía. La primera fue el 3 de marzo, con una rebaja de 50 puntos base a su tasa.

La Fed había sido muy cuidadosa en el manejo de su política monetaria, a pesar de los arrebatos del presidente Donald Trump, quien abiertamente ha criticado a Jerome Powell por no bajar las tasas más rápidamente. “La Fed nos pone en desventaja competitiva”, asestó Trump en octubre pasado.

Sin embargo, la respuesta de Estados Unidos a la crisis del coronavirus ha dejado de lado la política, pese a ser un año de elecciones presidenciales, y ha antepuesto su economía y la salud de sus habitantes, incluso con medidas drásticas y costosas como el cierre parcial de sus fronteras.

En México ¿cuál es la historia? Estamos años luz de la respuesta que han tenido otros países, como Estados Unidos, a pesar de que en 2009 la irrupción de la influenza H1NI provocó una situación similar.

De entrada, el presidente Andrés Manuel López Obrador no sólo ha subestimado la pandemia –decretada por la Organización Mundial de la Salud–, a contracorriente de prácticamente todos los países y sus jefes de Estado, sino que ha puesto el mal ejemplo reuniendo a multitudes, saludando, abrazando y besando a personas en sus mítines.

“Pandemias e infortunios no nos harán nada”, dijo en tono regañón el domingo en Marquelia, Guerrero, como si de un decreto presidencial se tratara; o como si fuera un Dios que todo lo puede, hasta frenar las crisis de salud y los infortunios. Por si fuera poco, incumplió su promesa de dejarle únicamente a los ‘científicos’ y doctores hablar del tema.

AMLO estuvo el viernes en la Convención Bancaria de Acapulco. No dijo nada nuevo respecto al sector financiero; sólo repitió lo que ha dicho antes: que los bancos se comprometan a cobrar menos comisiones, que no los va regular más, que no les va a cambiar las reglas del juego y hasta alabó a uno de ellos (Banorte), cuyo dueño está en su Consejo Asesor Empresarial (Carlos Hank González), y quien por cierto no fue a la Convención, como suele hacerlo.

A Andrés Manuel López Obrador le pasó de noche el desplome de los mercados, la rápida propagación del coronavirus y saludó de mano a todo el presidium: a los directores de los bancos, al presidente del gremio, al presidente del Consejo de Mexicano de Negocios, al de la Concamin… ¡a todos!

Quien sí habló del tema e incluso convocó a varias reuniones de emergencia en su war room del hotel sede de la Convención en Acapulco fue el secretario de Hacienda, Arturo Herrera, que junto con su subsecretario Gabriel Yorio delinearon un paquete de estímulos fiscales que va a ser anunciado esta misma semana y que buscará diferir e incluso exentar el pago de impuestos a pequeñas y medianas empresas.

No obstante, la respuesta de Hacienda también ha sido tardía. No porque no lo haya previsto, sino por la insistencia del Presidente de no ‘sobrerreaccionar’ como según él lo hizo su nuevo villano favorito, Felipe Calderón, durante la crisis de influenza.

En la comida de la Convención Bancaria, Arturo Herrera se acercó un par de veces al Presidente para decirle, casi al oído, unas palabras previo a los discursos de clausura de ambos. En una ocasión se vio a Andrés Manuel López Obrador hacer un gesto de negación, con la cabeza y las manos. Quién sabe qué le preguntó el secretario, pero queda claro que prácticamente no se toman decisiones económicas en este gobierno sin que las avale el Presidente —¡quien no sabe de economía!—.

Las únicas dos medidas que se tomaron para enfrentar la crisis mundial por parte de Hacienda y Banco de México (en la Comisión de Cambios) fue realizar una subasta de coberturas cambiarias liquidables en pesos, por un monto de 2 mil millones de dólares, y una permuta de 36 mil 520 millones de pesos de valores gubernamentales “para mantener el funcionamiento del mercado”.

Tal vez no ha sido tan perceptible, pero Hacienda y Banxico no se llevan muy bien en tiempos de la 4T. En Hacienda opinan que en la Junta de Gobierno, la mayoría son demasiado conservadores y ortodoxos en sus decisiones; y muchos en el banco central consideran que las decisiones económicas del gobierno no han sido –por decir lo menos– adecuadas.

Pero frente a la crisis del coronavirus hacen falta acciones conjuntas que eviten que el coletazo económico sea profundo. Herrera dijo el viernes que trabajan con el Banco de México. Estas dos semanas serán decisivas para la economía y se sabrá si hubo un trabajo coordinado. Hacienda anunciará nuevos estímulos fiscales y financieros, mientras que el banco central dará a conocer su decisión de política monetaria el próximo 26 de marzo. Todo apunta a que viene un recorte de al menos 50 puntos a la tasa de interés.

Posdata

El viernes, cuando recién se dio a conocer un documento en el que el banco Barclays recortó la proyección de crecimiento para la economía mexicana a -2% en 2020, se lo hice saber al subsecretario Gabriel Yorio. “¡Menos 2%!”, exclamó.

Twitter: @MarioMal
Correo: mario.maldonado.padilla@gmail.com

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