Lo peor que le puede pasar a la democracia mexicana
y su actual proceso electoral es un árbitro parcial

Las más recientes decisiones del Instituto Nacional Electoral (INE), de aplicar a rajatabla el principio de sobrerrepresentación que establece la Constitución y que la limita al 8% más de diputados de los que resulten por los votos recibidos en una elección por un partido político, así como bajar de golpe y porrazo a varios candidatos a gobernador y diputados federales de MORENA por no haber presentado comprobantes de los gastos de precampaña, no tendrían nada de raro si las extraemos del contexto político en que se dan y olvidamos agregar un propósito fundamental de las mismas, pues nadie podría negar que, en principio, se apegan a derecho, como reclaman al unísono los propios consejeros electorales y buena parte de sus aliados.

Castigar al que infringe la ley -como pregona el INE- no tiene vuelta de hoja y sirve de buen pretexto para actuar en consecuencia.

Sin embargo, un buen análisis no puede obviar ni el contexto ni los propósitos de tales medidas, especialmente en esta coyuntura política donde se juega más que una simple mayoría electoral: revertir un proyecto de nación que no favorece a las nuevas minorías. Entonces, el asunto no es así de simple, pues en mi opinión las decisiones del INE están inscritas e inciden directamente en esta coyuntura política y, especialmente, en una estrategia de acción a favor de la oposición -léase PAN-PRI-PRD-, donde no sólo se ponen en duda las razones del INE, sino los fines y principios de actuación del organismo marcados en su propia ley.

Pero vayamos por partes.

Primero, es claro que no podemos sustraer al INE de la actual coyuntura política, por más que pensemos en un organismo puro y neutro a más no poder, pues está compuesto de hombres y mujeres que sienten y tienen intereses y, para muestra, un botón: por más de dos años han peleado y defendido un oneroso sueldo y privilegios que los hace humanos, cobijados en una mal entendida autonomía. Ello los ha llevado a enfrentar la crítica no sólo gubernamental, sino popular, ante su falta de solidaridad con un régimen austero. Entonces, el INE y sus consejeros no pueden abstraerse ni del contexto ni de la coyuntura política, porque son parte de él y de ella.

Segundo, sus decisiones inciden en esta coyuntura, aunque estén disfrazadas de legalidad, pues en el fondo, coinciden plenamente con la estrategia de la oposición -PAN-PRI-PRD- de arrebatar la mayoría a MORENA en el Congreso, particularmente en la cámara de diputados, a través de la aplicación tardía, arbitraria y facciosa de la ley y las normas.

Si revisamos rápidamente la estrategia de la oposición -totalmente válida- veremos que su alianza y su apuesta descansan en la obtención del mayor número de triunfos uninominales, es decir, diputaciones de mayoría relativa, para lo cual han presentado candidatos de unidad en 219 distritos electorales de 300 posibles, mientras que en los 81 restantes cada uno va por su cuenta. Es decir, la mayoría podría arrebatarse a MORENA por la vía uninominal, donde casualmente la ley establece que la sobrerrepresentación “no se aplicará al partido político que, por sus triunfos en distritos uninominales, obtenga un porcentaje de curules del total de la Cámara, superior a la suma del porcentaje de su votación nacional emitida más el ocho por ciento”, aunque sin rebasar nunca los 300 diputados.

¿Dónde entra el INE en esta estrategia? Precisamente en cerrar el otro extremo de la sobrerrepresentación, la del 8% a rajatabla, a fin de evitar que MORENA pueda hacer lo mismo que en 2018: ampliar su mayoría mediante el juego de alianzas. Mientras la oposición va por la sobrerrepresentación uninominal, MORENA apuesta de nuevo por las alianzas y los diputados plurinominales para mantener su mayoría, con la pequeña diferencia de que el INE aplica hoy la ley de manera tardía, arbitraria y facciosa en contra de esa práctica que data desde 2012. Todo lo anterior, considerando que el Tribunal Electoral confirme lo dicho por el INE y que la oposición gane la mayoría de esos distritos.

Tercero, sacar de la contienda a candidatos a gobernador y diputados federales del mismo MORENA por no haber presentado gastos de precampaña, a sabiendas de que no hubo precampañas, suena a expulsar a jugadores del campo de juego por no amarrarse bien los zapatos. Si de algo se puede acusar a uno de los candidatos a gobernador es de haber sido señalado de comportamientos inadecuados contra varias mujeres, por decir lo menos, cuyos testimonios están al alcance del INE para objetar su candidatura, acción que sería apoyada -estoy seguro- por la mayoría de los mexicanos. Sin embargo, se apela mejor a otro de los supuestos señalados en la ley, donde tiene mayor control y discrecionalidad, aunque en mi opinión dicha decisión también será revertida por el Tribunal Electoral por falta de solidez y sobre todo de argumentos.

Aquí también, el INE actúa de manera sospechosa, pues pretende quitar candidatos de MORENA que encabezan las preferencias electorales, por lo menos en esas dos gubernaturas, a fin de que la oposición se posicione de mejor manera en esos lugares. Sería interesante cruzar -en el tema de diputados federales- los casos en que el INE bajó a candidatos de MORENA, con los candidatos de la oposición, donde estoy seguro que estos últimos se beneficiarán con la medida. Otra vez la recurrencia de apoyar la estrategia de la oposición por parte del INE con la ley en la mano.

Finalmente, el pecado mortal del INE en esta arremetida legalítica (legal y política) es que ha perdido su imparcialidad como árbitro electoral, abriendo la puerta a la incertidumbre y la desconfianza en el proceso, en su intención de ponerse del lado de uno de los contendientes. Lo peor que le puede pasar a la democracia mexicana y su actual proceso electoral es tener un árbitro parcial y temeroso de las mayorías, especialmente de las que no son las suyas, pues como vemos, también el INE tiene su corazoncito.

Lo triste aquí es que tanto el INE como la oposición -ya puestos en el mismo lado-, no han encontrado la forma de convivir unos, y competir otros, con un sistema y, sobre todo, con una mayoría que les es adversa, tanto política, como ideológicamente, tal cual hicieron las oposiciones de izquierda con la hegemónica mayoría priista o bien, con la esporádica mayoría panista. No siempre la mayoría en el poder será mi mayoría, esa es la otra lección de la democracia, incluso para el INE.

Y no se trata de descalificar al INE “por aplicar la Constitución y las leyes”, como dice su presidente, si no por aplicarlas a destiempo, arbitraria y facciosamente, con el objetivo de frenar una mayoría a la que teme, por no ser su mayoría, cuando, en estricto sentido, el INE no debería tener miedo a la democracia.

Politólogo y ex diplomático

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