Esta no es una columna para cerrar el año con cortesías. Es una columna para decir las cosas como son.

El 2025 deja una lección incómoda pero necesaria: en la política mexicana ya no basta con prometer, alinearse o aparecer en la foto correcta. El país exige resultados. Y exige distinguir con claridad quién trabajó y quién solo administró el discurso.

Estamos entrando en una etapa donde el compromiso ya no se declara, se demuestra. Donde las palabras pesan menos que los hechos y donde la legitimidad no se negocia: se construye. Desde ahí escribo esta última columna del año.

No ha sido un año sencillo en lo personal. Hubo momentos familiares complejos que fueron expuestos, comentados y utilizados con ligereza por quienes confunden la especulación con la política. Frente a eso, opté por lo que siempre he creído: guardar silencio, sostener el trabajo y no permitir que el ruido desviara la responsabilidad. Representar también es cumplir cuando cuesta más.

El cierre del calendario no es simbólico: es un balance. Y ese balance exhibe quién cumplió, quién sostuvo la palabra y quién confundió el servicio público con cálculo político. México llega a este punto con una disyuntiva clara: seguir apostando por la simulación o avanzar hacia una política definida por resultados. Este país no se transforma con pactos en lo obscurito ni con promesas anticipadas; se transforma con trabajo constante, visible y verificable.

Mientras el año termina, la realidad no se detiene. Hay mujeres que siguen esperando justicia, familias atravesando el duelo, personas enfermas enfrentando la soledad y comunidades cansadas de tocar puertas que no se abren. Esa no es una realidad secundaria: es el centro de lo público y debe marcar la agenda legislativa.

No las encuestas.

No los pactos.

No los compromisos políticos.

Legislar no es ocupar un cargo; es asumir una responsabilidad. Es entender que cada iniciativa tiene un rostro y una urgencia detrás. Por eso acompañar también es legislar: porque ninguna política pública funciona si no nace de escuchar, de caminar el territorio y de estar donde las cosas suceden.

Desde el Congreso he sostenido una convicción firme: la ley debe proteger, no administrar el abandono. Este año legislativo ha estado marcado por una agenda clara en justicia, derechos humanos y salud, especialmente en la vida y la seguridad de las mujeres. No como consigna, sino como decisión política. Porque la violencia no es una narrativa: es una emergencia estructural.

También se ha abierto un debate legítimo sobre la representación política. La crítica surge del hartazgo frente a quienes ocuparon cargos sin territorio, sin rendición de cuentas y sin trabajo real. Esa crítica es válida. Por eso, cuando comencé a caminar colonias y regresar sin haber hecho campaña, muchas personas se sorprendían. No por mí, sino porque no estaban acostumbradas a ver representantes presentes, constantes y comprometidos.

Ahí está el fondo del debate: no importa solo cómo se llega, sino cómo se ejerce el encargo. La legitimidad no la da el método de acceso, sino el trabajo, los resultados y la congruencia con la gente.

En Miguel Hidalgo he sostenido una presencia cercana y constante: caminar, regresar, escuchar, gestionar y cumplir. Ahí donde la política deja de ser discurso y se vuelve concreta. Representar no es mandar; es responder. Acompañar es regresar. Es cumplir. Es sostener la palabra incluso cuando no hay reflectores.

El próximo año traerá encuestas y mediciones, como siempre ocurre. Pero conviene decirlo con claridad: la legitimidad no se construye en los sondeos, sino en el trabajo. No en el compromiso político, sino en el cumplimiento.

Cierro este 2025 con una convicción intacta: mi compromiso con la gente no se mueve, no se negocia y no se detiene. El trabajo seguirá, con o sin reflectores, porque México no cambia con discursos ni con excusas. Cambia cuando el poder se ejerce con responsabilidad, con resultados y de cara a la gente.

A quienes leen estas líneas, les deseo un 2026 con salud, con paz y con fuerza para exigir más de quienes tenemos una responsabilidad pública. Ese es el único camino para avanzar como país. Porque la diferencia no está en cómo se llega, sino en cómo se responde.

Diputada Federal LXVI Legislatura

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