No hay estrategia política más peligrosa que negarse a reconocer lo que sucede. Esto sucedió con la candidata Claudia Sheinbaum y su respuesta durante la firma del Compromiso por la Paz (https://rb.gy/1oqy96) convocado por la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM). En lugar de aceptar la cruda realidad de violencia crónica y descomposición institucional que se vive en el país reiteró la banalidad que ha caracterizado al todavía gobierno de López Obrador.

Resulta escandalosa la desconexión entre la narrativa política de la llamada 4T y la vida cotidiana de la población. Detrás de esa retórica yace la realidad diaria de atrocidades y dolor que ha marcado a una generación entera de ciudadanos. Es el país de los hijos que faltan, de los cuerpos destazados, de las comunidades desplazadas y de las víctimas desamparadas. El problema no es la promoción del optimismo, sino que el México del que hablo no tenga cabida en la narrativa que la candidata promueve.

Particularmente notorio es su rechazo a los datos sobre incidencia delictiva. Pasar por alto el conjunto de manipulaciones y opacidades que ensombrecen los recuentos estadísticos, solamente perpetúa la ilusión de que la situación está bajo control. Una ilusión útil para los intereses partidistas, pero no para construir confianza y resultados.

La candidata de Morena firmó, pero dijo que no está de acuerdo en “la evaluación pesimista del momento actual”. Ignora el dolor y la realidad de las violencias. Tan sólo en 2023, en Causa en Común registramos 1,789 casos de tortura, 935 asesinatos de mujeres con crueldad extrema, 645 descuartizamientos, 447 masacres y 297 hallazgos de fosas clandestinas. A su vez, fuera de los homicidios, los propios datos del gobierno muestran aumento en el número de secuestros, asaltos en carreteras y extorsiones. Este afán por hacer pasar como exitosa a una estrategia inútil para pacificar al país es irresponsable y moralmente cuestionable.

Además, negó el avanzado proceso de militarización. Es notorio que su apuesta es profundizar el mayor fracaso del gobierno de López Obrador: su incapacidad de fortalecer la administración pública, optando por la ruta del desmantelamiento y la subordinación al poder de las Fuerzas Armadas. Los intereses de la morenista no son los de la gente sino los del presidente y de la cúpula militar que hoy tiene control de la seguridad, las comunicaciones y la energía en el país.

Su desdén en el evento de la firma del Compromiso por la Paz, no fue solo con palabras, fue descorazonador ver su actitud; mientras pasaban el video de las víctimas, ella leía sus apuntes y mientras Denisse Escobar le respondía a su posicionamiento escasamente volteó a mirarla. Lo que observamos es tan sólo el síntoma de un problema mucho más amplio que se ha apoderado de la política mexicana en este sexenio: la negación de la realidad, la incapacidad de diálogo y la sordera ante la crítica.

El documento Compromiso Nacional por la Paz, tiene su origen en El Diálogo Nacional por la Paz, que se organizó como un movimiento social, sumando capacidades profesionales y académicas a las experiencias y conocimientos de miles de personas que sufren diversas violencias en México. El esfuerzo fue coordinado con gran cuidado y dedicación por el padre Jorge Atilano y Ana Paula Hernández bajo la tutela de la CEM.

Este movimiento regresa la esperanza, pero no como un concepto desgastado y vacío. Por el contrario, basada en la capacidad estratégica y de organización, que busca construir una ciudadanía participativa, consciente de sus obligaciones y derechos; capaz de exigir a quienes gobiernan que, en lugar de negar la realidad, la reconozcan y conduzcan al país al camino de la Paz. (Colaboró Fernando Escobar Ayala)

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