En sus mañaneras, Andrés Manuel López Obrador habla de las reuniones diarias con el gabinete de seguridad, de las mesas de Construcción de Paz en cada estado, de cómo se han contenido, y hasta han disminuido, los delitos y la violencia “gracias” al despliegue de la Guardia Nacional. Ante esto habría que preguntarse ¿De qué México estará hablando?, porque la galería del horror de estos años continuó mostrando un país avasallado por la muerte y la violencia extrema: al menos 5,333 atrocidades se registraron en 2021, según el estudio de Causa en Común “Atrocidades, registradas en medios”, que se realizó con base en registros periodísticos de todo el país, de las cuales 1,152 tienen señales de tortura. El horror no se contuvo con el inicio del año.

En Zacatecas, la violencia ha escalado desde que David Monreal tomó la gubernatura. Tan solo el 6 de enero en la ciudad de Zacatecas dejaron una camioneta frente al Palacio de Gobierno con 10 cuerpos con huellas de tortura y el fin de semana en Fresnillo fueron colgados los cuerpos de 3 hombres, les prendieron fuego a dos mujeres y abandonaron las cabezas de otras dos personas. Las masacres se suceden unas a otras ante la ineficacia del gobierno local y del federal. Pero eso sí, el gobernador muy ocurrente le pidió a los zacatecanos “encomendarse a Dios”, lo que sin duda provocó el horror de muchos y las carcajadas de los criminales; mientras, el gobierno federal dio la respuesta de cajón, el despliegue de más elementos de la Guardia Nacional y el aumento de cuarteles. A eso le llaman “Plan Zacatecas 2”. A ver cuántos planes se les ocurre anunciar, en esta farsa sin fin.

En Veracruz el 7 de enero fueron hallados 9 cadáveres, con huellas de tortura; al día siguiente 6 cuerpos (en dos eventos distintos) con huellas de tortura fueron encontrados en la comunidad de Rinconada; el domingo en Sayula acribillaron a dos personas a orillas de la carretera y encontraron otras dos personas desmembradas en la ribera del río Bobos.

Mientras estas atrocidades ocurren el gobernador Cuitláhuac García sigue politizando la justicia, y metiendo a la cárcel a sus enemigos políticos. Se sabe protegido del presidente que una y otra vez le ha manifestado su apoyo.

En ambos estados, sus gobernadores están utilizando el mismo recurso que López Obrador: sacudirse su responsabilidad, echándole la culpa a los estados vecinos o a los gobiernos pasados.

Tanto el gobierno federal como los gobernadores no alcanzan a salir del laberinto de trivialidades y palabras vacías que definen a este gobierno. No hay mucho que hacer cuando su jefe repite la frase que abofetea a las víctimas una y otra vez: “abrazos y no balazos”. No hay mucho que hacer cuando no hay una sola idea, cuando no hay margen para la imaginación, cuando todo el discurso de gobierno consiste en evadir la responsabilidad, echarle la culpa al pasado y distraer al país con una mezcla siniestra de tonterías y amenazas.

Quedará para la historia esa mañanera en la que López Obrador mostró un encabezado periodístico sobre las masacres y se rió. No cabe esperar, por tanto, sensibilidad, ni inteligencia, ni responsabilidad; mucho menos, capacidad ni disposición para rectificar. Continuaremos contando masacres mientras las víctimas y sus familias quedarán con su dolor, y en la gran mayoría de los casos, sin justicia. Lo que no sabemos son cuantas atrocidades necesitan cometer los criminales para que el gobierno deje de abrazarlos e inicie una estrategia de seguridad.

*Colaboró Denisse Valdés Pérez

Presidenta de Causa en Común