“… el régimen se dedicó a desmantelar nuestra democracia: violó la Constitución, falsificó nuestra historia, corrompió a las Fuerzas Armadas, purgó a los jueces independientes, censuró a la prensa, manipuló las elecciones, persiguió la disidencia y devastó nuestra biodiversidad.”
He transcrito solo un párrafo de uno de los discursos más impactantes que he escuchado. Fue pronunciado —con singular fuerza— a nombre de María Corina Machado por su hija, Ana Corina Sosa, en la ceremonia de entrega del Premio Nobel de la Paz en Oslo, Noruega, el pasado 10 de diciembre.
Al escuchar esas palabras, no solo es inevitable, sino un deber, caer en cuenta de que ese es un diagnóstico que resuena, dolorosamente, con la realidad mexicana. Ese párrafo impresiona porque, sin hablar de México, describe con precisión lo que hemos vivido como país en los últimos siete años: una “transformación” que ha sido en realidad un desmantelamiento de nuestras instituciones y que ha dado lugar a la división entre las y los mexicanos.
Este discurso debería actuar en nosotras y nosotros como espejo, porque es el duro reflejo de lo que estamos viviendo. Por más incómodo que sea, tenemos la obligación de mirarlo y comprenderlo para poder actuar. Lamentablemente, tenemos varios ejemplos para darnos cuenta de esto:
Se violó la Constitución cuando al bloque oficialista se le otorgó indebidamente una mayoría calificada que no le correspondía de acuerdo con lo expresado en las urnas en las elecciones de junio de 2024. Se dañó la democracia cuando, por órdenes y presiones de AMLO, se negó el registro de México Libre. Hoy, el Instituto Nacional Electoral ha dejado de ser un órgano autónomo real; se encuentra bajo el control del poder.
Fue a través de algunas personas de las Fuerzas Armadas que se descubrió una red de huachicol fiscal, repentinamente hubo “suicidios” y muertes no explicadas. En cuanto al Poder Judicial, presenciamos una “purga de jueces independientes”: miles de juezas y jueces honestos con trayectoria y preparación fueron despedidos de manera masiva e injustificada para ser sustituidos por jueces electos fraudulentamente. La devastación no se ha limitado al ámbito institucional, también se han encargado de destruir al medio ambiente, están dañando nuestra biodiversidad a través del Tren Maya y no se han detenido en la tala de nuestros bosques y selvas.
Estamos ante un régimen que persigue y amenaza a la disidencia. El caso de María Amparo Casar es el más reciente, pero no es el único, no han parado de perseguir a periodistas y a quienes integramos la oposición.
Sin duda, mucho tenemos que hacer el próximo año para caer en la cuenta del México en el que nos están haciendo vivir. Sin embargo, no quiero dejar de rescatar otro párrafo pronunciado en tan memorable discurso y que se refiere a la fractura social:
“Pero más profundo y corrosivo que la destrucción material fue el método calculado para quebrarnos por dentro. El régimen se propuso dividirnos: por nuestras ideas, por raza, por origen, por la forma de vida.”
Hemos normalizado la confrontación, la descalificación y el rechazo al otro. La diferencia se convirtió en motivo de ruptura y el desacuerdo en enemistad. Lo vemos en los partidos políticos, en las instituciones educativas, en las comunidades parroquiales y, en general, en las organizaciones sociales y religiosas. Poco a poco, la polarización se ha transformado en indiferencia e individualismo.
En estos días de reflexión y oración, vale la pena detenernos a reconocer cuántas veces hemos contribuido, consciente o inconscientemente, a esa fractura. Ojalá que estos días nos sirvan para reencontrar una mejor manera de convivir y luchar por nuestro país y nuestras familias. Que tengamos la serenidad y el valor de reconocer lo que debemos corregir, y que, de la mano de Dios, miremos con amor a este México que es nuestro.
Diputada federal. @Mzavalagc

