Mientras la inseguridad sigue dando muestra de sus crisis en México y las redes sociales no paran de denunciar el asalto con violencia a unos adolescentes en la Ciudad de México, el video de una banda vestida de payasos con armas largas, o el video del bar de Uruapan en donde aparecen unos criminales —que no son pobres— con armas largas y matan a un grupo de personas; mientras todo eso pasa… los diputados votaban a favor de uno de los más grandes retrocesos que hemos recibido los mexicanos en uno de los temas más importantes para el desarrollo: la educación.

Propuestas para la educación hay muchas y requieren ser discutidas. Yo pondría a discusión por ejemplo, el fortalecimiento y la autonomía de un instituto para que esté pendiente de la calidad de la educación y de los propios maestros que tienen en sus manos a las futuras generaciones. Lo deseable es que se discutiera sobre todo la distribución equitativa del presupuesto público para una infraestructura física y tecnológica en las escuelas de todo el país. Habría que discutir la libertad en la educación y el respeto al derecho de los padres a decidir sobre la educación de sus hijos, también sobre la mejor manera de acompañar a los maestros en su gran tarea… pero no. De lo que se aseguraron fue de la asignación de plazas, los pases automáticos, las cuotas grupales y sindicales. Una pena.

Tengo que reconocer que creí que algunas personas, que consideraba más o menos sensatas, iban a dar una batalla por algo más elevado y sin embargo, permitieron la intervención de los juegos y de los intereses de poder. Eso no es política, eso no es construcción del bien común, eso es grillería barata que va a salir muy cara.

Una vez más Morena sólo trabaja para sus clientes, para sus grupos, para sus agremiados y deja fuera el interés de los demás, incluyendo el interés del pueblo a quien dice representar. Quienes pudieron dar su opinión y les faltó valentía para expresarla, no tienen el más elemental conocimiento de lo que es la ética de la responsabilidad.

Las leyes aprobadas están plagadas de facultades discrecionales, barbaridades y de inconsistencias. Por ejemplo, en la Ley General de Educación, en el artículo 1, dice que el objeto de la ley es “regular la educación que imparta el Estado-federación, … la cual se considera un servicio público y estará sujeta a la rectoría del Estado.” Desde ahí mienten, la educación no se la están entregando al Estado, ni siquiera a la rectoría del Estado, sino al grupo en el poder con todas las restricciones de libertades que eso significa. Esta sumisión irresponsable y cobarde está, por ejemplo, en el dictamen de la Ley General del sistema para la carrera de las maestras y los maestros, en el que otorgan pases automáticos y plazas asignadas.

También hay que comentar la ingenua oposición que insiste en cargar con cosas del pasado, el pasado mes de mayo le regaló sus votos a Morena para que se hiciera la reforma educativa constitucional sin pactar las leyes secundarias en un mismo paquete. ¿Por qué dicen nos engañaron? ¿qué les hacía suponer que esas leyes tres meses después iban a salir respetando los acuerdos?

Aprovechando el desafortunado calificativo de “valientes”, a quienes secuestraron y asesinaron a Eugenio Garza Sada, quien era un humanista. No estaría mal acercarnos a la biografía, a su vida y veremos que algo deberíamos imitar, que ojalá se copiara su manera de entender la empresa en donde la persona era el fin y no el dinero. Aprovechemos su mención para recordar que los seres humanos tenemos una vocación de servicio y que su nombre nos inspire solidaridad con México.

Y para mis lectores, rescato la palabra VALIENTE, como alguna vez escuché a Rob Riemen, la valentía debe verse en términos socráticos. Es decir, ser valiente es tener el coraje de ser sabio, de distinguir siempre el bien del mal y de mantenerse fiel a la búsqueda de la verdad. Eugenio Garza Sada fue un hombre valiente.

Abogada

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