Margarita Zavala

Ya nada nos sorprende en las mañaneras. Éstas son una plataforma en la que al Presidente le ha dado por confesarse. Todos los días iniciaba con mentiras, linchamientos y humillaciones a periodistas, así como amenazas a ciudadanos. Pero ahora, fortalecido por un sentimiento de omnipotencia, suma confesiones, acuerdos, pactos y complicidades. Si así empieza el día el presidente ¿qué puede salir mal?

La semana pasada escuchamos unas confesiones que implican un golpe claro al Estado Democrático y Constitucional de Derecho. Se trata de una muestra más del autoritarismo e ingobernabilidad que estamos viviendo y que todavía no nos atrevemos a aceptar.

Viniendo del presidente ya nada nos sorprende, pero no podemos banalizar el daño que ocasiona a la vida diaria de un país, por eso no podemos dejar de denunciar los atentados y ataques al derecho, a la libertad y a la democracia. Veamos dos casos:

1. Martes 21 de febrero, el presidente confiesa que acordaba con el entonces presidente de la Suprema Corte de Justicia (Arturo Zaldívar) para intervenir en resoluciones que debían dictar jueces o magistrados de circuito, miembros del poder judicial. Describió acciones que implicaban una total subordinación y sumisión por parte del ministro Arturo Zaldívar al Poder Ejecutivo, por las se violó claramente el principio de División de Poderes, así como los de independencia y autonomía del Poder Judicial, amén de que se debió incurrir en la comisión de más de un delito. El comportamiento de lacayo de parte del exministro ya lo habíamos constatado, pero que lo confiese el Presidente es ya otra cosa.

El exministro Zaldívar se defendió al día siguiente de la peor manera posible: Primero culpó al presidente porque “no es abogado”. En efecto, no es abogado, pero es presidente. Después dijo que aquéllos tratados o confabulaciones se trataban de un “diálogo entre poderes”. Sólo que el presidente no habló de “diálogo” sino de influencia en decisiones judiciales, además de reiterar que, para tal efecto, el propio Zaldívar hablaba con los jueces. Es decir, les instruía cómo habrían de resolver determinados casos para que se respetara la voluntad del titular del ejecutivo.

Ahora todo se vuelve claro, se pueden entender tantas resoluciones acomodadas a favor del Presidente, tantos temas que se escondieron porque afectaban al ejecutivo; tantos regaños públicos y privados a magistrados y jueces por no obedecer a López Obrador. ¿Se acuerdan de la renuncia de Janine Otalora a su cargo de presidenta del Tribunal Electoral? Recordamos también al mismo Zaldívar, en una inesperada rueda de prensa, regañando públicamente y anunciando la suspensión de un magistrado de distrito que, casualmente, veía los amparos contra el aeropuerto Felipe Ángeles; lo recuerdo dando línea para diversos asuntos en plena sesión. Haciendo un poco de memoria recordaremos también que interrumpió una sesión porque había humo; además de que no podemos olvidar que, todavía discutiéndose la construcción del aeropuerto, acompañó al poder Ejecutivo a presentar la maqueta del AIFA, o cuando presentaron ¡juntos! la iniciativa de la ley del poder judicial.

También fue bastante conocido el asunto de una amenaza a un juez que había concedido una suspensión de la Ley de la Reforma Eléctrica; o cuando no decía nada sobre los miles de millones de pesos del presupuesto que se redujeron del rubro que pertenecía al Poder Judicial Federal, al que decía defender. Supongo que hay mucho más. Zaldívar se ha convertido en un personaje que pasará a la Historia cargando todos los actos ominosos de los que fue responsable en sus últimos años como ministro de la Corte.

2. Pero el viernes 23 de febrero fue ya un descaro: El discurso del presidente en el sentido de que “por encima de esta ley está la autoridad moral, la autoridad política y yo represento a un país”. Se trata de una confesión cínica y profunda del ánimo dictatorial que vivimos.

La ola de violencia que nos aqueja es una expresión clara de la ingobernabilidad que sufre México. Y cómo no la vamos a sufrir si el Presidente de la República confiesa todos los días que él está por arriba de la Ley. Cómo vamos a hablar de gobernabilidad si el presidente es el primero en decir que no tiene límite alguno y que por encima de la ley está él mismo y su autoridad moral.

Las conferencias mañaneras deberían llamarse las confesiones de un personaje que cree que “confesarse” no implica penitencia alguna; de ahí su comportamiento mesiánico. Y lo que falta. El tiempo que le queda puede ser más que suficiente para generar perores estragos aún a nuestra democracia. Por eso no podemos ni debemos acostumbrarnos, no debemos banalizar el mal del que nuestro actual gobierno es capaz.

Hannah Arendt decía que la política es el arte de hacer posible lo que es necesario. En los próximos días y meses cada uno de nosotros somos capaces de hacer posible un México mejor, y nuestra obligación es hacerlo precisamente porque es ahora más necesario que nunca.

Diputada federal. @Mzavalagc

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