Iniciamos campaña. Antes que nada, voy a referirme a quienes formamos una asociación que cumplió con todos los requisitos para ser partido político, pero se nos negó el derecho. Fuimos quizás a los primeros que atropellaron, frente al silencio de los demás. Quiero decirles que no tendrán sentido el dolor y la injusticia si no miramos al frente, tenemos que darnos cuenta de que México vale la pena.

En nuestro país hay miles de calles y colonias que conocemos, hay millones de ciudadanos que necesitan oír un mensaje de los mejores valores de México. Las campañas serán una manera de sembrar en el corazón de los mexicanos la semilla que despertó lo mejor de nosotros para trabajar por México, la semilla de la valentía, del amor a México que impulsa a realizar actos heroicos como al que estamos llamados de aquí al 6 de junio.

Estoy aquí porque sueño con un México libre como millones de mexicanas y mexicanos que no pertenecen o que militan en distintos partidos políticos que hoy forman una alianza.

Entré a la política hace muchos años, cuando tenía 16 años, entré a la oposición porque no había contrapesos, fue una lucha larga para alcanzar una transición democrática.

Por eso, en estos días en que millones de mexicanos reflexionamos por el sentido de la trascendencia que nos hace vivir, luchar, hacer cosas que para otros serían increíbles: hoy puedo decirles que junto con otros ciudadanos vuelvo a los inicios, como se dice: “volver a Galilea”, vuelvo a ese momento en que decidí dedicarle mi vida a México, a mi querida Patria.

Estoy aquí porque no voy a rendirme en la lucha por la libertad en mi país, por el ejercicio libre de la profesión; porque sé que el pueblo de México merece y sabe progresar porque he visto a nuestro país vencer muchas adversidades.

De mi familia aprendí a no quedarme sentada, a no quedarme inmóvil ni al borde del camino. Aprendí a trabajar con hombres y mujeres valientes y de buena fe que nos encontramos en el camino de la lucha por los mejores valores en México.

No estoy sola porque me acompañan muchos que han sentido el poder arbitrario del Estado porque no son pocos los mexicanos que les hiere el deterioro político. También están las propias instituciones y están las mamás, los papás de los niños que tienen cáncer; están las abandonadas organizaciones de la sociedad civil que, en un claro rompimiento con el principio de subsidiaridad, no las apoya el gobierno. Están las mujeres que caminan con miedo y están los jóvenes a los que les roban el futuro y están los niños que no pueden regresar a clases porque no hay planes para recuperar el aprendizaje perdido; también están los empresarios, sí, los de la iniciativa privada: los pequeños y medianos empresarios, el de la cocina económica, el que se organizó para prestar servicios de camareros o meseros, quienes tenían una estancia infantil o un pequeño restaurante o una estética y que no sólo no recibió apoyó sino que lo único que recibió fueron reglas, horarios, inspectores, impuestos, clausuras y multas.

Lo que vive nuestra Patria no merece llamarse transformación: es agonía, es dolor, es cancelación de futuro, es destrucción, es división, es contaminación. Necesitamos actuar aquí y ahora para salvar a México.

Lo haremos pacíficamente, dignificando la política, cuidando el medio ambiente. Pero tendrá que ser aquí y ahora para reivindicar el Estado constitucional y democrático de derecho que ponga en el centro a la persona con una economía competitiva, solidaria y sustentable y que la salud sea una realidad en nuestro país.

Sí, soy oposición.

Abogada.

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