El terrorismo es una de las formas más siniestras de ejercer violencia y si bien no se ha logrado una definición unánime, es posible identificar características del fenómeno que según la ONU incluye “..violencia premeditada y con motivos políticos perpetrada contra objetivos civiles por grupos o agentes clandestinos generalmente con la intención de influenciar a un público determinado”. Los recientes hechos caen peligrosamente en esta visión; en México hay una imparable escalada de muerte y viol encia cometida por organizaciones criminales que tienen como principal objetivo esparcir el pánico a través de ajustes de cuentas y asesinatos de personas inocentes, en escenarios cotidianos en distintas regiones ante la pasividad y permiso del Estado encabezado por Andrés Manuel López Obrador .

En el pasado proceso electoral organizaciones delictivas asesinaron con fines políticos y de manera premeditada a los que consideraron no aliados de sus actividades ilícitas . La injerencia encendió alertas en las áreas de inteligencia pese a que en el Palacio se negaron a aceptar la realidad que hoy los desborda en demasiados frentes auspiciando una construcción de mentiras y distractores.

La población ha pedido al obispo de la diócesis Chilpancingo-Chilapa que interceda en un caso de secuestro. En Aguililla , Michoacán, el narco humilla a nuestras fuerzas armadas y el párroco local ha mediado en un conflicto donde las familias, indefensas, amagan con tomar las armas. El contexto de caos en materia de seguridad ha levantado críticas fundadas hacia un régimen sordo donde el Ejecutivo continúa con un linchamiento verbal contra medios de comunicación abonando la polarización que tendrá irremediablemente un catalizador.

El Presidente podrá ganar algunas batallas mediáticas contra sus críticos, pero perderá esa guerra que ya cruzó fronteras.

Con la mira puesta en el futuro simuló abrir la baraja sucesoria cuando la Jefa de Gobierno es su carta para continuar con su proyecto transexenal y con la espina electoral clavada en el ego, López Obrador ha instruído que en la Ciudad de México se enfoque toda la política social (p.e. Gas Bienestar) en las zonas del Oriente donde asegura está el quid para recuperar territorio en el 2024, pero antes Sheinbaum deberá hacerle ganar la revocación de mandato. La mira presidencial no está en el desabasto de medicamentos , o en la crisis sanitaria donde de manera irresponsable se creó el espejismo de un semáforo verde con fines electorales, o en la esfera de seguridad.

El canto es de abrazos para los criminales —“porque no somos iguales”— y la otra meta es electoral. Todo lo demás es relegado o delegado.

Sin embargo las recientes y frecuentes visitas de funcionarios de alto nivel, legisladores y empresarios de Estados Unidos y Canadá con asuntos relacionados al T-MEC indican que escala la preocupación por la incertidumbre. Y qué decir del duro mensaje legislativo estadunidense al cancelar parte de la asistencia financiera para apoyar labores de seguridad pública del gobierno mexicano en donde aparece la Guardia Nacional como una institución beneficiada.

El recado es claro contra la militarización en labores de seguridad pública exhibiendo, nuevamente, desconfianza y golpeando estratégicamente la línea de flotación militar. Y como dato adicional, ayer finalizó la visita a México del gral. VanHerck , Jefe del Comando Norte, quien en marzo declaró que cerca del 35% del territorio nacional es controlado por organizaciones criminales. Su llegada cuyo timing tampoco es coincidencia, se suma a la enorme preocupación del descontrol y fracaso en materia de seguridad que amenaza endurecer aún más la relación bilateral .

Y nada de esto es un dato menor.