La manipulación de la información y la divulgación de datos infundados mediante declaraciones de actores en la burbuja del poder constituye una grave maniobra de tergiversación que está siendo utilizada como herramienta principal para manipular al rebaño moreno y a la opinión pública. La meta de López Obrador para intentar lograr el respaldo para su “iniciativa preferente” en materia de Guardia Nacional y Seguridad Pública, atropellando la Constitución, pinta una clara ruta de colisión. Sin importar consensos, y bajo el relato de polarización, el Presidente busca seguir la escalada de militarización en diversas esferas.

Sorprende en la actual coyuntura que los expertos que merodean el pasillo nacional no se percaten de la carga política, económica, militar y moral que llevará la susodicha acción. Las mentiras alrededor del tema no son gratuitas, sino parecen llenar las insuficiencias y tropiezos de una fracasada transformación en el rubro de seguridad.

La construcción de la narrativa de los abrazos y ahora de lo fundamental de que el cuerpo amorfo de la Guardia Nacional pase a ser parte de la Sedena, se topará con el regreso a la realidad; una enorme insatisfacción colectiva y la promesa de un cúmulo de quejas por violaciones a los derechos humanos, tortura y uso excesivo de la fuerza.

Por muy cercana o lejana que sea la relación presidencial con la realidad, llegará el tiempo —ese que pasa rápidamente— en que se ha de poner en práctica una recreación legítima de los hechos reales. No sólo en el protocolo de actuación de la Guardia Nacional frente al complejo escenario de descomposición social y la escalada de violencia, sino en sus entrañas administrativas y jurídicas.

Hay fronteras imprecisas entre el universo real castrense y el ficticio civil cuatroté. La discursiva etiquetada por el subsecretario Alejandro Encinas como “crimen de Estado”, en la desaparición de los estudiantes de Ayotzinapa involucran irremediablemente al alto mando militar y al expresidente priista y no hay maroma gimnástica presidencial que alcance para (di)simular que nuestras fuerzas armadas no serán llevadas al paredón.

La distracción para apartar la mirada colectiva de la preocupante crisis económica que está teniendo consecuencias en todas las esferas sociales es momentánea y el anuncio de las órdenes de aprehensión giradas en contra de 20 mandos militares, por lo acaecido aquella noche en Iguala, ha calado hondo en la línea de flotación verde olivo.

La realidad creada por López Obrador es una paralela producida en parte por el ramplón creador de los “otros datos”, pero también por su profundo desprecio por la verdad transformada en su propaganda mañanera.

Y en ese escenario danzan nuestras fuerzas armadas con algunos mandos mareados por el poder, la corrupción y los excesos. Esos que hoy conoce, y muy bien, el Ejecutivo, pero que no exhibirá hasta que la situación lo amerite o las circunstancias con características propias y el contexto político-militar meta más presión a este conflicto latente civil-militar.

Nadie en su sano juicio debería pasar por alto el tufo de molestia que flota en el ambiente.

Subestimarlo con la conocida arrogancia es la negación de que se requiere una cuidadosa toma de decisiones y que toda decisión implica un riesgo. Justo cuando se entra al túnel del quinto año de gobierno

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@GomezZalce