Los mejores proyectos surgen de las mayores dificultades. La palabra crisis está normalmente asociada a un determinado universo simbólico ; se le vincula con las ideas de descomposición, derrumbe catastrófico , descalabro. Se le percibe como un momento puramente negativo. Algunos sectores de la izquierda renacida ” en Morena rechazan el diagnóstico de crisis asumiendo que el argumento forma parte de esa estrategia desplegada por los intereses oscuros que pretenden desestabilizar la 4T. Hablar de crisis sería cuestionar los principios básicos de su identidad. Se percibe en ese diagnóstico el preámbulo lógico de una profunda renovación de esa izquierda cuyos cimientos ya crujen ante la tentación del poder.

Desgraciadamente el carácter evidente y palpable de la crisis no es suficiente. La toma de conciencia de ella no se realiza como un reconocimiento sereno de una realidad objetiva justamente porque uno de sus principales ingredientes es la negativa de algunos a aceptarla.

Morena se encuentra en una debacle ética que sugiere, aunque sea vagamente, que los valores tan cacareados en la narrativa presidencial han entrado en conflicto por el poder cayendo en el descrédito y en una encrucijada que se antoja histórica en la vida prematura de este movimiento que gira alrededor de una figura.

Los episodios recientes protagonizados por López Obrador disparan conflictos latentes en las filas morenistas donde, en plena temporada electoral , la división interna es innegable y visible. El poder ha transformado, literalmente, a varios de sus personajes públicos y las alianzas con otros partidos justificando los medios para alcanzar el fin electoral devela la moralina morena y el fin del pudor. Avalar candidaturas de sus aliados electorales de sujetos con un pasado turbio exhibe un doble rasero. Son muchos los cálculos prospectivos sobre la fecha del colapso de la simulación de unidad en Morena pero todos aciertan en que sucederá después de estas elecciones intermedias. El gobierno de López Obrador está obligado a llevar a cabo una reforma fiscal y seguir con la ruta de la transformación que requiere del control legislativo. El orden de esos factores sí puede alterar el resultado final y hoy una victoria contundente se ve distante.

Crisis no implica necesariamente una desaparición sino la oportunidad de cambiar precisamente a partir del punto crítico que, ante el desafío presidencial a las leyes, normas y al Estado de Derecho , ya hizo implosión. Negar el contexto de polarización instigado desde la conferencia mañanera tendrá consecuencias. Construir una narrativa de fraude, debilitar al árbitro, descarrilar procesos electorales para justificar la anulación de los mismos y aplicar la justicia a secas a los adversarios es un bumerán que hoy se minimiza.

Sin embargo tarde o temprano golpeará los muros de Palacio Nacional.

@GomezZalce

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