México está entrando en un punto definitorio de la lucha contra la pandemia del coronavirus. Por un lado, nuestro país experimenta un repunte acelerado de la epidemia y, por el otro, nos preparamos para recibir las primeras vacunas contra el Covid-19. En ninguno de ambos casos podemos darnos el lujo de fallar, ya que de ello depende el futuro de todos. Por esta razón, lo más importante en estos momentos es la unidad nacional, porque la unidad es la piedra angular para que todo lo demás funcione.

Frente a tales desafíos, diciembre es el mes que definirá el porvenir.

En una cara de la moneda se aloja el cóctel explosivo que representa el empate del SARS-CoV-2 con la temporada de la influenza invernal. En las últimas tres semanas se rompieron récords en el número de contagios con un promedio de 7,800 casos diarios y, al menos, siete estados de la República entraron en niveles críticos de hospitalizaciones rebasando el 50% de ocupación. En la misma moneda tenemos el inevitable desconfinamiento. De acuerdo a cifras del Conacyt, la movilidad prepandemia en el país se recuperó de -65% en abril a -29% en agosto, lo que podría prácticamente desaparecer en una de las fechas del año con mayor movilidad por celebraciones guadalupanas, posadas, compras navideñas, reuniones familiares y viajes. Parece inevitable que los mexicanos enfrentemos una trágica paradoja en el mes de mayor actividad económica pero también el de mayor riesgo de contagio.

En un estudio reciente, el Instituto de Métricas y Evaluación de Salud de la Universidad de Washington proyectó que entre 15 mil y 20 mil vidas podrían salvarse en los próximos tres meses si los mexicanos adoptamos el uso universal del cubrebocas y aplicamos medidas más estrictas de distanciamiento social. Es decir, el peor escenario es el relajamiento y la indiferencia, ya que podrían causar hasta 159 mil muertes acumuladas a marzo de 2021, por lo que la responsabilidad individual y la disciplina colectiva serán fundamentales para evitar más pérdidas humanas.

En el otro escenario, como todo lo indica, nuestro país cada día está más cerca de iniciar la vacunación contra el Covid-19. Será en diciembre cuando se defina el Plan de Vacunación y se pongan las bases de su distribución nacional con las primeras aplicaciones. Será una hazaña únicamente comparable con las titánicas campañas de alfabetización postrevolucionarias, con el esfuerzo monumental de inmunización contra la viruela realizado a lo largo del siglo XX o con la hazaña ciudadana de la transición democrática de garantizar el sufragio efectivo a 70 millones de mexicanos en todos los rincones del país. La vacuna representa esperanza de recuperar nuestra vida y respiración de boca a boca a una economía en la que han desaparecido más de 1 millón de negocios y se habrán destruido 1 millón 200 empleos formales. Pero al mismo tiempo, la vacuna activará el timbre de la lucha mundial por su disponibilidad. Su importancia será de una dimensión humana y también geopolítica nunca vista, pues en la medida de que México, Estados Unidos y Canadá avancemos en la vacunación, nuestra región podrá reactivarse y atraer inversiones a una mayor velocidad.

Por eso, es necesario hacer un llamado a la unidad nacional; este es el momento de trabajar todos juntos como un solo equipo para superar la pandemia y la crisis económica que tanto dolor han provocado a las familias mexicanas. Entendamos que la lucha no es entre hermanos y mucho menos entre mexicanos, que hoy debemos estar más unidos y más comprometidos, el presidente de la República, el Senado, la Cámara de Diputados, la Suprema Corte, los gobernadores, los alcaldes, los partidos políticos, las cámaras empresariales y la sociedad civil, en torno a un objetivo en común: el futuro de México y el bienestar de las nuevas generaciones. El mañana comenzó en diciembre.

Senador y Coordinador del Grupo Parlamentario del Partido Verde Ecologista

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