Cuando se aborda el tema de la seguridad pública, es obligado considerar la participación ciudadana. Precisamente, la población habrá de obtener ventajas y beneficios efectivos de sus programas de acción.

Son los ciudadanos quienes resienten el embate del delito, trátese de ellos mismos o de aquellos que les rodean y, por ende, resultan los primeros en reclamar acciones de protección y, en su caso, de castigo a los perpetradores.

En consecuencia, recae en las autoridades responsables de la seguridad pública establecer lazos de comunicación con la comunidad a la que sirven; esto a través de la difusión de programas de acción y dando respuesta a preguntas en la materia, así como escuchar las denuncias sobre entornos delictivos, aprovechando la participación directa y tantas otras formas de contribución que mejorarían sin duda el ambiente de confianza y tranquilidad entre gobierno y ciudadanos.

Si nos remontamos hacia la primera mitad del siglo veinte en la historia de la Ciudad de México, encontraremos al ‘sereno’ que pasaba silbando por nuestra calle y que provocaba una sensación de tranquilidad en hogares y personas al saber que alguien velaba y cuidaba del entorno. Avanzando a través de las décadas, ubicamos al ‘gendarme de la esquina’ al que ofrecíamos afecto a la vez que aceptábamos nos reprendiera; lo observábamos por medio de su cercanía con todos nosotros, siempre pendiente de nuestras necesidades. Qué decir del ‘policía de tránsito’, el que desde lo alto del banquillo dirigía la circulación vial siempre con una sonrisa amable.

Ya en mi experiencia como Secretario de Seguridad Pública de la Ciudad de México (2008-2012), me correspondió crear un Consejo Ciudadano con la participación de la comunidad, mismo proceso que se replicó en cada estado de la república durante mi gestión al frente de la Comisión Nacional de Seguridad (2013-2014). Presididos por la más alta figura de la entidad, se generaron extraordinarios lazos de vinculación con resultados por demás satisfactorios.

En dichos consejos, a los que asistimos invariablemente desde su implementación e inicio de actividades, se integraron representantes de los sectores industrial, empresarial y de comercio; se sumaron activamente los grupos universitarios y académicos, las asociaciones de padres de familia y escolares, así como los organismos sociales y organizaciones no gubernamentales, entre muchas otras instancias.

Como institución, la policía de nuestra Ciudad de México fue instruida para mantener una actitud cercana, amable, empática y de servicio, ante la población. Cada elemento de la corporación escuchaba al ciudadano cuando este reportaba situaciones delictivas; pero también procuraba recibir y dar seguimiento a las preguntas, dudas e inquietudes sobre los diferentes aspectos de su seguridad integral.

Es preciso subrayar que el vínculo entre la policía y la ciudadanía se gestaba, principalmente, en el denominado ‘Centro de Atención Telefónica’ (call center) que operaba 24 horas los 365 días del año y cuya responsabilidad fundamental consistía en escuchar a los usuarios, así como transmitir sus solicitudes a los especialistas y/o áreas correspondientes de manera inmediata.

La condición sine qua non para que funcione una unidad de servicio de atención ciudadana, radica en su capacidad para gestionar la posible solución a todos los problemas denunciados: que exista respuesta expedita. Es indispensable señalar que lo uno no puede darse sin lo otro; no habría una interrelación que desencadenara la credibilidad de la ciudadanía sin contar simultáneamente con alta calidad en los procesos de seguridad pública.

Apoyados en la práctica policial de excelencia y la comunicación oportuna, se transformó el círculo vicioso de la desconfianza mutua en el que habíamos incurrido como sociedad, para tornarlo en virtuoso con tranquilidad y certidumbre que bien pudieran acrecentarse.

Escuchemos a la población, dialoguemos con la ciudadanía, respondámosle a la sociedad lo que ya alguna vez observó como logro objetivo de las indicaciones claras, precisas y consistentes que un Jefe de Gobierno, como el Lic. Marcelo Ebrard Casaubón, me instruyó y que permitieron, entre otros factores, hacer de esta ciudad la más segura del país y una de las mejores del mundo para habitar y visitar.

Como hemos escuchado en algunas ocasiones y aquí pudiera replicarse:
“SÍ SE PUEDE, SÍ SE PUEDE”.

Ex Comisionado Nacional de Seguridad y ex Comisionado Nacional Contra las Adicciones

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