El pasado primero de octubre se conmemoró el 30 aniversario luctuoso de Manuel Jesús Clouthier del Rincón, mejor conocido como Maquio. Tatiana mi hermana, en su libro Maquio mi padre (Grijalbo, 2007), titula su primer capítulo “La muerte, una invitada permanente”, donde nos dice “este hombre se sabía acompañado de la flaca (la muerte) y, en lugar de pelear, se dejaba guiar por ella”. Maquío gustaba de declamar una poesía de Manuel Gutiérrez Nájera titulada Para entonces, que concluye: “morir y joven, cuando la vida nos dice aun, soy tuya… aunque sepamos bien que nos traiciona”.

Murió a los 55 años de edad en 1989, durante el primer año del gobierno de Carlos Salinas de Gortari, en un supuesto y conveniente accidente carretero. “Creía en el martirio, no tengo duda de que sobre todos los mexicanos del siglo XX admiraba a Madero, aquel otro empresario agrícola creyente en la fuerza histórica del martirio... como su remoto modelo, Manuel J. Clouthier, arriesgó bienes, amigos, seguridad familiar, y, varias veces, la vida… el hombre apacible sobre el camastro en una tienda de campaña al lado del Ángel de la Independencia no bromeaba con su huelga de hambre. No se rajaba” concluye Enrique Krauze en su escrito del 3 de octubre de 1989.

Enrique Nanti en el libro Maquio Clouthier, la biografía (Planeta, 1998) nos narra: “En el año 1973 un hecho dramático conmovió a Clouthier. Fue asesinado el empresario Eugenio Garza Sada en Monterrey… en medio de una evidente lucha de clases que, sumada a la revueltas estudiantiles, acrecentaba un ambiente cargado de violencia, Clouthier fue marcado por aquel incidente que lo motivó a redactar, el 16 de noviembre de 1973, una carta a su familia, la cual habría de leerse solo en el caso de que sucediera algo parecido a lo acontecido al regiomontano. La carta dice: Mi querida familia: cuando lean esta carta es muy posible, casi seguro que yo haya muerto, y quiero que actúen como si así fuera, pues, de otra manera, sería peor. La ola de secuestros que se ha desatado en Culiacán, que tiene como marco los asesinatos cometidos en el país, me ha hecho reflexionar profundamente sobre cuál es la actitud que habremos de asumir ustedes y yo, en caso de que Dios nos sometiera a esta prueba.

El secuestro al cual podría ser sometido, podría tener 2 finalidades: una, asesinarme para lograr radicalizar más las posiciones de derechistas e izquierdistas; y la otra, ponerle precio a mi vida para llevarnos a un grado de angustia, a ustedes y a mí, que nos haga degradar nuestra dignidad humana. Mi esposa y mis hijos: la vida mía no tiene precio, ni uno, ni cinco, ni cien millones, para que se pague por ella. Así pues, haré todo lo que esté a mi alcance desde el primer momento en que me traten de secuestrar para no permitir que se le ponga precio a mi vida, la cual he vivido conforme a mis convicciones, que muchas veces me han costado enfrentamientos y enemistades. He actuado, razonando lo que hago, sin dejarme influir por el miedo, la conveniencia o el amor, guiándome por la convicción razonada y ésta, el día que se me presente, estoy seguro que me ordenará que no permita que se ponga precio a mi vida, ni que se ponga a ustedes en la situación de pagar por ella. Así pues, cuando lean esta carta, recen por mi alma; pues yo ya habré partido. Si algún rescate quieren pagar, háganlo con el seguro de vida que tengo, pero no lo hagan a rateros o vividores, porque sería apreciar muy poco mi vida. Ese rescate utilícenlo para formar una escuela de capacitación política, de donde el día de mañana puedan salir líderes con la suficiente calidad para que este tipo de situaciones se vayan acabando. Adiós pues, mis hijos; quizá yo les vaya a faltar en el futuro, y no me refiero a lo económico, me refiero a que esto lo suplan con verdadera rectitud e ideales, que entiendan que las cosas de la vida por las cuales se quiere vivir, deben ser las mismas por las cuales estemos dispuestos a morir; y estas, solamente pueden ser nuestras convicciones”.


Ingeniero industrial y empresario

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