Termina este año, dejando un país en su mayoría inseguro, violento, radicalizado, dividido; la inseguridad campeó en todos los rincones del territorio nacional provocando abandono y destrucción, asesinatos. Un panorama desolador. Sin embargo, debemos confiar y trabajar para que se renueven los dos valores universales que cambian siempre las situaciones, por más adversas que sean: la esperanza y la fe.
Esperanza en retomar el camino de la seguridad, la paz, la concordia, el amor, como elementos básicos que arropan el crecimiento y el desarrollo social. Fe en que las autoridades federales sabrán reorientar el camino de la nación por el sendero del desarrollo social, más que el económico, porque una condición esencial para que exista crecimiento económico es el desarrollo social y humano.
El inicio de año siempre trae consigo la oportunidad de renovación y de cambio. La situación en que se encuentra México es ideal para principiar la construcción de nuevas políticas, corregir errores, proyectar bajo un consenso nacional un futuro más próspero para todos los sectores que integramos esta nación llena de grandeza y con un enorme espíritu de lucha para remontar adversidades. Ese ha sido el temple de México y sus habitantes para superar los capítulos más oscuros y dramáticos por los que su devenir como nación ha transitado.
Retomemos con madurez lo mejor de nuestro pasado para aprender de él y aplicarlo en la construcción de estrategias públicas que reorienten nuestra trayectoria hacia horizontes de crecimiento con dignidad, sin abyecciones ante nadie. Nuestro espíritu férreo no se ha resquebrajado, pero necesitamos apuntalarlo con nuevos bríos de fuerza y valor para salir de este remolino de incertidumbre que nos mantiene atrapados.
México ha enfrentado desafíos muy grandes en los últimos años, que incluyen problemas económicos, laborales, productivos, educativos, internacionales, crisis de violencia, de salud, que parecerían irresolubles para muchas naciones. Sin embargo, con espíritu imbatible, fortaleza interna, cohesión social y templanza, se han superado.
Esa es la tónica que debemos continuar para encontrar la brecha de crecimiento, no sólo inmediato sino sustentable en el futuro para que las nuevas generaciones de mexicanos continúen fortaleciendo a la nación en la ruta del desarrollo para todos.
México no es ni norte ni sur, ni de ricos ni de pobres, mucho menos de rivales ni contrincantes. México es Patria. Es Nación. Es Territorio (así, con mayúsculas por su grandeza), pero sobre todo es cuna, hogar, suelo y orgullo de los mexicanos en su conjunto. Si estamos divididos, seremos permanentemente débiles. La unidad es el elemento esencial del desarrollo.
Estamos a nada de recibir al nuevo año. Hagámoslo con el corazón lleno de esperanza y de fe para que se entrelacen y nos esforcemos para transformar a México con ahínco y sentar nuevamente las bases para reconstruir un futuro de progreso interno y dignidad ante el mundo. Todos lo merecemos y todos lo deseamos. No perdamos otra oportunidad. ¡Feliz año 2026!
Hasta la próxima.

