Mujeres que atravesaron por circunstancias de abuso sexual similares deciden compartir su historia. Ninguna pedirá la reparación económica a la que tendrían derecho. Su intención se centra en evitar que otras mujeres vivan esa terrible experiencia. Nunca se imaginaron que acudir a una cita para la revisión de un problema ortopédico implicaría ser sometidas a un extraño ritual de sedación injustificado, tras ser obligadas a colocarse una bata diminuta innecesaria para la revisión de la zona afectada y despertar aterrorizadas con la indudable sensación de haber sido tocadas sin su consentimiento.  

Conversé con cada una de ellas, que con los años han podido asimilar el abuso del que fueron víctimas y que han decidido atravesar el proceso de denuncia penal contra el Dr. Luis Antonio Hernández Robledo, sabiendo que el camino a la justicia es largo, sinuoso y en muchas ocasiones revictimizante.  

De los seis casos que los abogados han llevado pro bono, tres tienen posibilidades porque no han prescrito. Han logrado, luego de siete años, una resolución de vinculación a proceso del caso. 

Conversé personalmente con Jacqueline Leroy y con Laura Lebrija. El parecido físico de ambas me impresionó, no tienen ningún vínculo familiar ni amistoso. Cualquiera que las viera entendería que hay un patrón en el perfil físico que el médico elige para ejercer el abuso.  

—Me tenía que poner una inyección en el dedo del pie que dolía mucho, entonces primero me tenía que poner otra inyección, me hizo ponerme una batita, me quedé en ropa interior, la batita es mínima, pero no se te ocurre, es un doctor de fama, está en un buen hospital, me lo habían recomendado, no piensas que te va a pasar algo así. Duró como hora y media, sí empecé a detectar como cuando sales de una anestesia de cirugía, abres el ojo y te vuelves a ir, en unas abiertas de ojo me estaba tocando por todos lados y él masturbándose. No hubo penetración, si no hubiera sentido algo, pero sí vi cómo se masturbaba. No sé cómo me logré vestir, me agarró y me sacó del consultorio. Él se dio cuenta que me desperté mientras estaba abusando —cuenta Jacquie al recordar lo que ocurrió. 

Laura comenta: “Me recomiendan este osteópata famosísimo porque se me desplazó la pelvis. La primera vez que fui me puso tres bloqueos, salió, entró y le dije: ‘¿Qué me estás poniendo?, no me puedo parar’. Yo le decía a mi mamá que estaba incómoda. Nunca me informó cuál era el ‘bloqueo’ que me ponía. Yo sentía como si me hubiera tomado varios caballitos de alcohol, era un estado que no era ‘estar’. Me fui al Camino De Santiago, regresé, mi mamá se fue de viaje y no me acompañó a la consulta, yo ya estaba supuestamente al 95 por ciento y le dije al doctor que ya no quería que me pusiera las inyecciones, me aseguró que sería la última.

Me puso dos bloqueos y salió, me dejó boca abajo. Después me quise levantar y él me dijo que no me moviera, hubo un pequeño forcejeo, yo le dije que había escuchado la hebilla de un cinturón y que qué había pasado. Me subí al coche, le hablé a mi mamá y le dije mamá, no sé qué pasó, el doctor se masturbó, yo oí el cinturón, no estoy loca. Me desahogué con un amigo, y cuando salió el nombre del doctor, resultó que atendía a su hermano, que es futbolista y fue quien me presentó a Jacquie”.  

Lourdes Christlieb fue acosada por el Dr. Hernández Robledo, el 28 de julio de 2011 en el Hospital Ángeles de Interlomas. —Yo ya lo conocía, pues había acompañado a mi esposo a una cita con él. Durante mi consulta, al pasarme al cubículo en donde me iba a revisar, sin que nadie más estuviera presente, me sorprendió su petición de retirarme toda la ropa y ponerme un bata muy corta, puesto que yo llevaba unos pants y podía perfectamente subirlos hasta la mitad del muslo para mostrarle mi rodilla. así como mi esposo lo había hecho cuando lo exploró a él. Se lo dije, pero el doctor insistió y yo acepté con incomodidad. Me pidió que me inclinara hacia el suelo como si quisiera tocar con las puntas de mis manos mis pies, mientras él se colocó detrás de mí de una manera que me resultó impropia. Ya en la camilla él siguió tocando mis muslos hasta la ingle, mucho más arriba de lo necesario, lo cual no hizo cuando revisó a mi esposo.

Para ese momento yo estaba molesta, incómoda y con mucha prisa por salir de ahí. Solo quería que me diera el diagnóstico y la receta para poderme ir. Pero me dijo que me inyectaría algo que me iba a quitar el dolor y a desinflamar la zona. Apenas me inyectó comencé a sentirme mal, muy mareada, con la boca seca, con sueño. Asustada y enojada, le reclamé que me hubiera puesto algo tan fuerte, que yo le había dicho que venía sola y me iba a ser muy difícil conducir en ese estado. Él trató de calmarme, invitándome a dormir en la camilla hasta que me sintiera mejor y hasta me ofreció llevarme. Me incorporé como pude y salí de ahí furiosa, sintiéndome engañada y agredida, dando tumbos por el mareo. Al llegar a casa me recosté y desperté hasta el día siguiente, sintiéndome aún mareada y muy mal.  

El hospital Ángeles de Interlomas retiró al Dr. Hernández de su equipo médico en cuanto fue notificado del abuso.  

Jacquie ofrece a otras víctimas del médico que hayan atravesado por lo mismo que se pongan en contacto con ella al siguiente correo: jleroy9@yahoo.com.mx 

Otro de seis casos está respaldado por la sentencia dictada por el Juez de distrito del Edomex, avalada por el Tribunal Colegiado en Materia Penal que declaró infundado el recurso de revisión presentado por el médico acusado. Se espera que al menos reciba una condena por dos años de prisión.  

De acuerdo con la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, la violencia sexual en las instituciones de salud se da en el marco de relaciones de poder construidas a partir de la diferencia de edad y/o de género en contextos altamente jerarquizados. Nuestra responsabilidad es visibilizarla, denunciarla y cerrar cualquier espacio que promueva o facilite la ejecución de abusos sexuales como los que estas tres valientes mujeres nos han compartido. 

@MaiteAzuela 

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