Cerré el año con una conversación que anudó mi garganta y cargó en mi espalda una responsabilidad irrenunciable. Pero también me dejó esperanzada, porque entre las cifras aterradoras de inseguridad, la simulación en la lucha contra la corrupción, la apuesta por una militarización rampante y el despojo de recursos públicos al sistema de salud y a las políticas sociales, hay en nuestro país un sector que dedica literalmente su vida, sin miramiento alguno, a salvar la vida de las y los demás.

La doctora, que prefiere quedar en el anonimato, es madre de una niña de doce años. Ella y su esposo, han tenido que revolucionar la dinámica doméstica para ausentarse y concentrarse en atender pacientes con Covid-19, los últimos nueve meses. Tuvo que aislar a su madre, por ser población en riesgo. Así que cada hora y cada día de este largo periodo, no ha podido abrazar a ninguna de las dos personas que son más importantes para ella. Eso la ha marcado aún más que las huellas del cubrebocas o el agotamiento por no tomar líquidos ni alimentos en el turno, no poder ir al baño, las incomodidades en los aislados durante su periodo menstrual, llegar a casa a sanitizar, volverse a bañar y lavar ropa, lo que reducía su tiempo para comer y el resto de tareas del hogar acumuladas; las horas de sueño interrumpidas por insomnio secundario al estrés, trabajar agotada y sin vacaciones por 18 meses seguidos.

Al dolor cotidiano se le suma el sufrimiento de golpe. Murió el director del hospital, fallecieron también varios de sus compañeros médicos contagiados y asegura que ha estado rodeada de la mayor cantidad de muertos, como nunca en toda su práctica médica. Es médico internista del IMSS, líder de equipo Covid en zona aislamiento y parte del equipo de apoyo fuera de los aislados cuando hay rotaciones. Ahora, en pico de pandemia, con 100 camas ocupadas, siguen con la mínima cantidad de personal, sin residentes y ningún médico extra contratado desde el inicio de la pandemia.

Para sobrevivir emocionalmente implementaron un programa forzoso de encuestas de ansiedad y depresión y posteriores entrevistas, pero a pesar de eso hubo 2 intentos de suicidio, uno que requirió hospitalización y otro suicidio de una enfermera en su hospital.

El reporte de Amnistía Internacional sobre el personal de salud y el Covid, señala que en casi todos los países ha habido escasez de equipo de protección para el personal de salud. En el continente americano, el 69.7% de los trabajadores de salud encuestados dijeron que no tenían acceso a equipo de protección adecuado. Este reporte cita a un médico de la Ciudad de México que afirma que las y los médicos tienen que invertir aproximadamente 12% de su salario en comprar batas, gafas y protectores de cara.

Hasta el 4 de septiembre, de acuerdo con un estudio del Public Flourish Team, en México habían muerto 1320 personas del sector salud por COVID19. Este es el número de muertes por personal de salud más alto del mundo, sobrepasando a Estados Unidos, cuya cifra llega a 1077.

“Estoy triste por los amigos, conocidos, pacientes que se me han ido, triste por la falta de consciencia en la sociedad, pero celebro estar viva, sana con profundo respeto y empatía por muchos de mis compañeros de trabajo, con un renovado sentimiento de fuerza interna y confianza en mí misma, con entusiasmo por los avances tecnológicos y científicos que están haciendo historia y sobre todo con un profundo amor por mi noble profesión”. Con esta reflexión clausura el año, una de las personas comprometidas, entregadas y profesionales que valoran la vida del prójimo, como si fuera la propia. A ella y a todas y todos sus compañeros del personal médico, les debemos un sistema de salud digno de su entrega.