De la misma manera que al principio se reconoció que la pandemia llegaría ineluctablemente al territorio propio, hoy se tiene que aceptar que la crisis económica es inevitable. El cierre parcial de las economías de manera simultánea constituye una realidad nunca experimentada y es lo que le otorga su gravedad, y también lo que determina el desconcierto ante las vías para enfrentarla.

Todo mundo sabe que el futuro es imprevisible, pero en lo que atañe a la economía, hay siempre tendencias en los meses previos que actúan como indicadores sobre el comportamiento esperado, de ahí que sea práctica generalizada el publicar predicciones. Sin embargo, la incertidumbre que hoy afecta al mundo las deja un poco en el aire, porque nunca se habían paralizado las economías durante varios meses. Este desconocimiento sobre cómo se comportarán la pandemia y la economía mundial, coloca a los gobiernos ante la difícil disyuntiva de encontrar un equilibrio entre la protección de la salud y la reapertura de la producción, pues se sabe que la cuarentena de la economía también implica muerte para millones de trabajadores.

Ante esta crisis, no son pocas las voces, como la de la Secretaria Ejecutiva de la Cepal, Alicia Bárcena, que sostienen que es necesario abandonar el neoliberalismo. Los sectores más conservadores, como los organismos financieros y los empresarios, insisten en que se realicen salvamentos de las grandes corporaciones como en las crisis coyunturales de las últimas décadas. Pero la diferencia entre esos dos campos de opinión no puede identificarse claramente como de izquierda y derecha, porque el abandono del neoliberalismo también ha sido propugnado por la derecha, incluso en casos extremos como el de Donald Trump. Y es que el neoliberalismo está en su ocaso, así lo muestran, por ejemplo, las políticas proteccionistas, como el aumento de aranceles a las importaciones, o los apoyos al regreso de las empresas estadounidenses a su territorio, impulsados por el Presidente estadounidense, o de otra manera, la salida del Reino Unido de la Unión Europea (el Brexit).

Por supuesto, este cuestionamiento del neoliberalismo desde la derecha o los grupos de poder, no obedece, como en la izquierda, a la increíble y terrible desigualdad que ha provocado en el mundo, ni a todos los otros males, sino a un interés más práctico: tras más de 40 años de aplicar inmisericordemente el neoliberalismo, esa política no ha podido resolver la crisis estructural del capitalismo y, al contrario, han persistido las sucesivas crisis coyunturales y la incertidumbre se ha vuelto permanente.

En México en particular, es evidente que la 4T avanza, lentamente y con dificultades, hacia el abandono del neoliberalismo, a pesar de las presiones de la derecha y de las cúpulas empresariales. En este sentido, las políticas para enfrentar la inevitable crisis económica deben tener como objetivos fundamentales, por un lado, la protección del empleo, por ejemplo, a través de los megaproyectos (como el tren maya, o la refinería de Dos Bocas), y también del apoyo a la micro, pequeñas y medianas empresas, que son las que proporcionan la mayor parte de los empleos. Por otro lado, el apoyo a la economía informal, pues además de ser los sectores más vulnerables, también representan a la mayoría de la población económicamente activa.

Es posible, aunque hoy nada es seguro, que esos apoyos redunden en un aumento del consumo, y también que el confinamiento, que significó una abstinencia de las compras con excepción de los alimentos, haya creado una demanda diferida y en la reapertura se concrete también en un aumento del consumo. Sin embargo, eso sólo pasará si se logra vencer el miedo al futuro y a la propia crisis económica.



Profesora de la Facultad de Economía de la UNAM e Integrante del CACEPS. caceps@gmail.com

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