Ahora que se celebró, en multitudinario encuentro, la llegada al poder de la Cuarta transformación, cabe hacer un recuento de las principales acciones que han conformado lo que puede llamarse un cambio de régimen político.
Lo primero que habría que mencionar es el cese a cualquier forma de represión; ello constituye una transformación profunda, pues a lo largo de décadas los movimientos populares tuvieron que sufrir la represión gubernamental con mayor o menor violencia, pero siempre causa de sufrimiento y temor como, por sólo mencionar un ejemplo, en el movimiento del 68. Es un cambio radical la eliminación de la tortura, el asesinato, la desaparición forzada, la cárcel y aun las golpizas. Aunque de carácter simbólico, es importante la petición de perdón a las víctimas, como se hizo con la Liga 23 de Septiembre.
La elección por voto popular del sistema judicial, desde jueces hasta ministros de la Suprema Corte, es una transformación de gran calado que no se había experimentado en los poco más de 200 años de vida independiente de México. De indudable relevancia es la paridad obligatoria entre hombres y mujeres en las candidaturas a los cargos de elección popular, así como la alternancia.
En el terreno económico, dos son los aspectos de mayor relevancia: la orientación hacia el mercado interno y, en consecuencia, el abandono de la política neoliberal de tener como eje a las exportaciones. De similar relevancia ha sido retomar el papel del Estado como rector de la economía y abandonar en consecuencia la línea privatizadora que llegó hasta concesionar áreas fundamentales de las funciones del Estado. Aquí el rescate de Pemex y CFE ha sido fundamental, pues se trata de áreas estratégicas.
Otra transformación es lo que llamo la reforma fiscal silenciosa. Esto es la prohibición constitucional de condonar impuestos, el cobro a los grandes contribuyentes y el establecimiento de penas altas a las factureras.
Por supuesto, están las grandes obras de infraestructura, el AIFA, el tren Maya, la refinería Olmeca y el tren Interoceánico, que dieron impulso a la economía y por lo tanto al empleo, lo que contribuyó a tener una de las tasas más bajas de desempleo en el mundo.
En cuanto a los trabajadores, está desde luego el alza del salario mínimo en un 154 por ciento, alza que influyó en la mejoría de los salarios promedio en el país. Además, en las condiciones de trabajo, es estratégica la prohibición del outsourcing, o subcontratación, así como la elección obligatoria por voto secreto de los líderes sindicales.
En el terreno social, el cambio y logro más importante es la salida de la pobreza de 13 millones 400 mil mexicanos y la disminución de la desigualdad entre ricos y pobres. También constituyen un cambio de régimen los programas sociales que no voy a enumerar, porque ocuparían mucho de mi corto espacio. Sólo diré que han significado, con mayor eficacia que una reforma fiscal, una redistribución del ingreso. Además, hay numerosos cambios en las condiciones de vida, por ejemplo, el reconocimiento de personalidad jurídica a los pueblos y, en general, la revaluación de las culturas populares, incluidos los pueblos originarios y afrodescendientes.
Puede observarse una politización masiva, a la que se le ha llamado la revolución de las conciencias que explica el fuerte apoyo a la 4T, revolución sustentada, en las transformaciones que hemos visto realizarse en estos siete años. Lo que hemos vivido es entonces, un verdadero cambio de régimen político.
Profesora de la Facultad de Economía, UNAM, e integrante del Centro de Análisis de Coyuntura, Económica, Política y Social (CACEPS), caceps@gmail.com

