El pasado lunes 23 de marzo murieron calcinados 40 migrantes en una estación migratoria en Ciudad Juarez. Esto fue resultado de una política migratoria cuyos objetivos poco o nada tienen que ver con la movilización segura, legal y ordenada de los migrante, su seguridad física y patrimonial o su posible regularización.

El centro de detención migratoria de Ciudad Juárez estaba a cargo del Instituto Nacional de Migración (INM). Los migrantes (centro y sudamericanos), en señal de protesta por su inminente traslado a CDMX, prendieron las colchonetas. Los guardianes del INM mantuvieron cerrada las puertas y dejaron que se calcinaran dentro.

El presidente culpó de las muertes a los migrantes; el secretario de Gobernación, de quien depende el INM, se excusó diciendo que esa era responsabilidad de Marcelo Ebrard. Como esperábamos, los guardianes, de un empresa subcontratada por el INM, serán quienes irán a parar a la cárcel. Para las autoridades mexicanas con ello se habrá hecho justicia.

Este caso se parece a Ayotzinapa al menos en tres aspectos. Primero, por el número de personas fallecidas; segundo, por la responsabilidad directa de las autoridades en el siniestro y, tercero, porque, como en Ayotzinapa, los responsables (las más altas autoridades del gobierno) jamás serán procesados. México no ha cambiado.

Lo que sucedió en Juárez no es un incidente aislado. Después de que en 2018 el presidente electo López Obrador habló de una política migratoria de puertas abiertas, se desencadenó un proceso que llevó a todo lo contrario. Trump, su amigo y, enemigo de los mexicanos, lo amenazó con imponerle aranceles si no detenía a los migrantes. AMLO de inmediato accedió, sin nada a cambio y mandó 20 mil efectivos militares a la frontera para impedirles el paso.

Vino a pandemia y la situación para los migrantes se complicó aún más. A la persecución física e inmediata devolución se sumaron medidas sanitarias que hicieron todavía más difícil y costoso su tránsito por México. Al final ni la pandemia ni los militares lograron contener a los migrantes. La estrategia Trump - López Obrador resultó en un total fracaso. Si en 2018 las autoridades migratorias estadounidenses detuvieron a 500 mil migrante; para 2022 la cifra se elevó a más de dos millones. En México la evolución fue proporcional: las cifras de detenciones de migrantes pasaron de 100 mil a más de 450 mil.

A pesar de las ilusorias medidas Trump–AMLO, los flujos se siguieron incrementando, en muchos casos en forma desproporcional. Las detenciones de nacionales turcos por la patrulla fronteriza pasaron de 57, en 2018, a 15,445 en 2022; los haitianos de 2,046 a 53,910; los venezolanos de 2,202 a 187,716; los nicaragüenses de 13,309 a 163,876 y los cubanos de 11,645 a 220,908.

Frente al fracaso de la política de contención, presiones de Estados Unidos sobre México no se hicieron esperar. En octubre de 2022, con el título 42, México aceptó la devolución de venezolanos en su territorio y en enero de 2023 la de cubanos, nicaragüense y haitianos. En agosto 2021 México impuso visas a Ecuador, en marzo de 2022 a Colombia y en diciembre a Brasil. De 2018 a 2021 las solicitudes de asilo en México pasaron de 5 mil a 125 mil.

En todo este periodo de turbulencia migratoria los recursos y capacidades del Instituto Nacional de Migración ni crecieron ni se fortalecieron; la coordinación con los estados y municipios fronterizos para atender el tema brilló por su ausencia y nada, absolutamente nada, se hizo para mejorar las condiciones de estadía o retorno de los migrantes, ni en México y ni en coordinación con Estados Unidos.

En nada debe entonces extrañarnos lo sucedido en Ciudad Juárez. La desatención y descontrol del tema migratorio se encuentran en su punto más alto, se atienden las absurdas demandas estadounidenses sin nada a cambio y el fracaso de la política de contención no podría ser más evidente.

Para el actual gobierno de México no existe otro tema que las elecciones y la intención de conservar el poder. Los migrantes no dan votos ni asisten a los mítines. ¿para qué ocuparse de ellos? Mientras esto sucede, el tema migratorio se mantiene como una bomba de tiempo con crisis recurrentes que le estallarán a este y a los subsecuentes gobiernos. Los migrantes seguirán llevando la peor parte y el desprestigio internacional de México por el mal manejo del tema seguirá irremediablemente en aumento.

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