En el siglo XXI la 4T es el segundo intento de transición hacia un México mejor, que se queda en las buenas intenciones. El primero sucedió en el año 2000, con Vicente Fox, cuando después de más de 80 años de nacionalismo revolucionario existía un clamor mayoritario por el cambio, por un gobierno sin corrupción y que se acercara a las preocupaciones ciudadanas. El bono democrático no se supo aprovechar y, después de dos sexenio de gobiernos del PAN, el PRI logró recuperar el poder y, como nunca, gobernó con los peores vicios, lo que abonó el camino a la presidencia a un segundo intento de transición, ahora a través de un nuevo partido en manos de un viejo priista.

En todos los casos los gobiernos electos, sin importar su origen o ideología, deben afrontar los grande problemas nacionales, más lo que se acumule esta semana, sean crisis económicas, pandemias o guerras. Una vez en el gobierno, culpar a los anteriores de los problemas que persisten sirve para la retórica, pero no para avanzar en las soluciones.

Tristemente México se encuentra de nuevo en una coyuntura crítica y trágica: pobreza, desigualdad, inseguridad, estancamiento económico, sistemas de salud precarios, programas educativos obsoletos, insuficiencia energética y alimentaria, corrupción sin precedentes y un largo etcétera; los mismos problemas, que persisten, sin visos de mejorar.

Vicente Fox fue incapaz de llevar al país a la consolidación democrática pero por lo menos no destruyó lo que se había logrado en el campo de la instituciones, construidas durante varias décadas. La 4T ha pretendido destruir la institucionalidad democrática para sustituirla con otra a modo, que parezca, pero que no sea.

Morena está de fiesta. Lograron arrancar al PRI su principal bastión, el estado de México; ahora se disponen a poner toda la carne en el asador para asegurar la elección del 2024. Su líder está de pláceme; presente y futuro parecen sonreírle. Incluso puede fingir que lleva una buena relación con el instituto electoral - al que ha tratado de destruir desde que llegó -, pues ahora, después de la elección del Edomex, está convencido de que su maquinaria está lista para asegurarle el triunfo en 2024, por lo que le conviene contar con un instituto electoral que lo legitime.

Este panorama, sin duda alentador para Morena, se convierte en tragedia cundo voltéanos a ver los resultados en seguridad, salud, educación, economía, empleo y procuración de justicia. En todos estos ámbitos estamos en niveles internacionales muy por debajo de lo que corresponde a un país de nuestra población, territorio y economía.

Y volvemos al principio ¿en dónde estamos con los grandes problemas nacionales? Fácil de resumir: incremento de la pobreza, persiste la desigualdad económica y social, aumenta la inseguridad pública, empleos precarios, sistema de salud deficiente, programas educativos obsoletos y un largo etcétera. Exactamente los mismos problemas que en 2000 y en 2018, pero agravados. ¿Que estamos haciendo mal los mexicanos que no importa el partido o el líder en el gobierno, no solo no mejoramos, sino que paso a paso empeoramos?

El mal gobierno tiene que ver con ineficiencia, ineptitud, ausencia de planes y programas con sustento técnico y viabilidad económica, corrupción (en eso nada ha cambiado) y politización de

recursos, programas e institucione públicas (en franco incremento). Pero quizás tenga que ver también con la manera de ser de los mexicanos que seguimos votando por quienes nos dicen lo que queremos escuchar o por quienes nos señalan a los culpables de nuestros problemas, pero no a quienes pueden resolverlos.

En países en donde sí se enfrentan y solucionan los problemas encontramos algunos factores en común: ciudadanos que demandan resultados, pero que están dispuestos a participar y asumir el compromiso como parte de la solución; gobernantes con visión de Estado y no sólo de partido o de gobierno; un proyecto de nación que contempla los interés y el beneficio de todos y no de unos cuantos; participación de todo los actores y sectores lo mismo en el diagnóstico que en las soluciones; claro fortalecimiento de lo local frente a lo nacional y un trabajo constante para aprovechar las oportunidades que ofrece la comunidad internacional. Al momento de las elecciones es frecuente que el candidato ganador surja de una coalición que después se traduce en gobierno, lo que robustece la gobernabilidad, la claridad de rumbo y la continuidad de las políticas.

¿Qué tendrá que suceder en México para que logremos un golpe de timón que efectivamente nos coloque en el camino de las soluciones y no en el regodeo de los problemas? El momento político invita a pensar la respuesta. Nuestra próxima oportunidad de ajustar será en 2024.

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