El problema de la obesidad en México se encuentra en alerta roja. De acuerdo con las cifras de la UNICEF, en México, dos de cada cinco niños (de 5 a 19 años) tienen sobrepeso y uno de cada cinco tiene ya problemas de obesidad. El problema se ha agravado en las últimas dos décadas. Del año 2000 al 2024 las cifras de obesidad infantil de duplicaron al alcanzar del 9% al 18% de la población infantil mexicana.

La obesidad es consecuencia del tipo de alimentación y es provocada por el exceso de azucares, harinas y por la presencia de aditivos en los alimentos. Además de las limitaciones en movilidad física y de los trastornos emocionales que produce en la mayor parte de los casos, de no atenderse a tiempo puede convertirse en una enfermedad crónica y provocar males mayores como la diabetes y enfermedades cardiacas.

Los primeros responsables son los productores de alimentos en un sistema que privilegia la ganancia individual sobre la salud pública. Producción masiva de alimentos de baja calidad y bajo costo. No es un tema de pobreza. Estados Unidos se encuentra entre los 20 primeros lugares de obesidad infantil. Las empresas más importantes de comida chatarra aparecieron en Estados Unidos y por la vecindad geográfica y la interacción económica se extendieron a México, en donde surgieron otras del mismo corte. México y Estados Unidos se encuentran entre los 20 primeros lugares del mundo con obesidad infantil.

Una vez demostrado el daño que provocan a la salud publica cierto tipo de alimentos y bebidas masivamente disponibles en el mercado, corresponde a los gobiernos regular su producción y venta. En México es apenas en la última década que se han puesto limites a la venta y distribución de estos alimentos, particularmente en las escuelas públicas. Una medida adicional adoptada en México son los impuestos especiales sobre bebidas con exceso de azúcar, de las misma forma en que se hizo en el siglo XX con las bebidas alcohólicas. Estos programas resultan de mayor impacto cuando los impuestos recaudados por estas vías se canalizan al sector salud.

Un tercer factor que resulta decisivo en este ámbito son los hábitos alimenticios. México cuenta con una gastronomía de las más ricas y diversas del planeta. En México no se inventaron ni los refrescos ni la comida chatarra. La mayor parte de la dieta tradicional del mexicano no generaba obesidad. Ha sido la vecindad con Estados Unidos y el contagio de sus malos hábitos de consumo lo que parece habernos llevado al punto en el que nos encontramos. En países como China, India, Japón y la mayoría de los miembros de la Unión Europea, la obesidad infantil no rebasa llega al 10% lo que habla de hábitos alimenticios muy destinitos a los nuestros.

Según el informe “Alimentando el negocio: Cómo los entornos alimentarios ponen en peligro el bienestar de la infancia”, de la UNICEF, por primera vez en la historia las cifras de obesidad infantil (del 2000 al 2024) han rebasado las de desnutrición entre los niños de 5 a 19 años. En este lapso la desnutrición de pasó del 13% al 9.2% de la población infantil mundial mientras que la obesidad infantil aumentó de 3% al 9.4% en el mismo periodo. Esta situación aqueja principalmente a países de menor desarrollo relativo, muchos de ellos pequeñas islas del pacifico, en donde el problema alcanza al 30% de la población infantil, debido a las empresas de comida chatarra que han llegado del exterior.

Más allá de las medidas que adopten los gobiernos, sean estas de carácter sanitario o fiscal, para evitar la propensión a la obesidad, la mayor influencia en la alimentación de los niños la tienen las familias y los maestros. Así como antes en los hogares se regulaban las horas de televisión y ahora de tiempo en pantalla, del mismo modo debe dosificarse la ingesta de bebidas y alimentos que producen obesidad.

La educación nutricional a padres y maestros resulta entonces indispensable para evitar que este mal siga creciendo. Igualmente importante es no permitir que los niños lleguen a la obesidad sin atención previa al problema. Una vez que se detecten sobrepeso y malos hábitos alimenticios, es importante actuar para evitar llegar a situaciones críticas.

Una sociedad prospera es una sociedad sana. Si no damos atención prioritaria a la salud de nuestros niños, en dos décadas tendremos una sociedad con millones de adultos con limitaciones físicas y laborales, que requerirán de atención y cuidados, mientras que los demás trabajan.

lherrera@coppan.com

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