En días recientes salió a la luz pública el informa anual del Departamento de Estado de Estados Unidos sobre el respeto a los derechos humanos en el mundo. Si bien es una evaluación unilateral sin ningún efecto vinculante, la metodología y experiencia de quienes lo realizan le otorga credibilidad entre la mayor parte de los lectores.

En la parte referente a México al informe considera que existen problemas significativos en materia de derechos humanos. Destaca entre los delitos las ejecuciones extrajudiciales, desaparición forzada, tortura, restricciones a la libertad de expresión y a los medios de comunicación e insuficiente investigación de casos de violencia de género.

Señala el reporte que la mayor parte de los crímenes no son investigados ni procesados, que han sido desplazadas entre 250 mil y 380 mil personas debido a la violencia de los grupos criminales y que a diciembre 2022 sumaban 108 mil personas desaparecidas.

La reacción de López Obrador fue contundente y virulenta. Son unos mentirosos quienes dicen que en México las autoridades y las fuerzas de seguridad cometen violaciones a los derechos humanos; además son intervencionistas, pues se meten en lo que no les incumbe y violentan la soberanía mexicana (SIC)

Para algunos analistas esta reacción del presidente en nada debe sorprendernos pues es evidente que el propósito de estas declaraciones no es refutar las acusaciones contrastándolas con la realidad, sino incrementar su popularidad fortaleciendo la teoría de la conspiración, ahora impulsada por los enemigos de la 4T en el exterior. Él y los pobres de México son ahora objeto de los ataques de las potencias intervencionistas.

Pero ahí no termina su perversidad política. Después de su arenga en contra de quienes realizaron y publicaron el informe, López Obrador sale a la defensa de Donald Trump y de su derecho a ser candidato a la presidencia argumentando que, al igual que a él se lo hicieron en el pasado, ahora Trump es víctima de violencia política por parte de sus adversarios. Queda muy claro que el elemento central de su discurso es la victimización, propia y de sus amigos, sin importar la legitimidad o legalidad de sus demandas.

Un poco más complicado resulta entender su cercanía y apoyo a gobiernos como el de Daniel Ortega (Nicaragua), Nicolas Maduro (Venezuela), Miguel Diaz Canel (Cuba) o Vladimir Putin (Rusia). Todos ellos tienen en común ser parte de una izquierda anquilosada y/o transformada en gobiernos dictatoriales. Esto podría entenderse por los orígenes y formación de López Obrador en las viejas filas del PRI, con una idiosincrasia de del siglo XX y, por su personalidad, proclive a tener siempre el papel protagónico y a buscar imponer su voluntad frente a los otros poderes, algo que han hecho exitosamente todos los arriba mencionados.

Tampoco resulta fácil de explicar su reticencia a interactuar con otros gobernantes en el exterior más allá de los ya mencionados. Entre las causas puede estar su imposibilidad para hablar y entender otro idioma, su ignorancia y falta de interés sobre lo que sucede en el mundo, sobre la agenda global y sobre quiénes son sus pares. No tiene tema de conversación. La otra explicación, quizás más cercana a la realidad, puede estar en que, desde su perspectiva, el quehacer internacional no le da votos en las urnas.

Curiosamente vivir de los fantasmas del pasado le ha redituado con creces para alcanzar el poder y mantener su popularidad. No así para mejorar el posicionamiento de México en el mundo, elevar su participación en los temas de la agenda global y el prestigio del país.

Recuperar para México un lugar digno en el juego político internacional no será tarea fácil. En el mediano y largo plazo México necesariamente deberá corregir su política energética, recuperar la seguridad pública, fortalecer sus políticas y programas de medio ambiente, reconstruir su aparato de política exterior, incorporarse a las corriente progresistas y a las nuevas tecnologías.

En este nuevo escenario, los fantasmas pasado y su principal promotor, yacerán en el cementerio de la arqueología política, afortunadamente para México y los mexicanos.

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