No pocos se preguntan si debe o no participarse en el proceso de revocación de mandato del 10 de abril próximo. Por primera vez, los mexicanos tendrán la oportunidad de opinar, a través de un mecanismo de democracia directa, sobre la conveniencia de que el presidente siga en funciones.

La democracia plebiscitaria puede ser un buen complemento de la representativa si se utiliza de manera parsimoniosa, para preguntas relevantes, que puedan ser sintetizadas y que se presten para respuestas en el afirmativo o el negativo. En ningún caso es positivo ver a la práctica plebiscitaria como sustitutiva de la deliberativa representativa, en virtud de los muchos grises a los que hacen frente las sociedades y del respeto de los derechos humanos, en particular de las minorías.

Se debe al presente gobierno la codificación de las consultas populares en la Constitución, pero también haberlas rápidamente desvirtuado. Primero, por consultas no representativas y sesgadas para la cancelación del aeropuerto de la Ciudad de México y de la cervecería en Mexicali, y después por la consulta sobre el posible juicio a expresidentes que vulneraba el derecho a la presunción de inocencia. Ahora, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador desvirtúa la naturaleza de la consulta sobre revocación de mandato al ser él mismo su único promotor, al plantear una doble pregunta para que sea ratificación y no sólo revocación, y al atacar al Instituto Nacional Electoral con el abierto propósito de deslegitimarlo.

Desafortunadamente, la Suprema Corte de Justicia de la Nación falló a los ciudadanos, a la Constitución y a la democracia ya en dos ocasiones en este ámbito. En la primera, al permitir una consulta violatoria de derechos humanos y sustituir la pregunta con un galimatías inservible sin tener claras facultades para ello, y ahora, al endosar una pregunta que incluye la ratificación, a pesar de que la abrumadora mayoría de los ministros de la SCJN (7-4, es decir 64%) la pronunciaran inconstitucional.

Los ciudadanos están ahora en la disyuntiva de participar en un proceso revocatorio varias veces viciado: impulsado por la persona a la que se querría expulsar; con una pregunta doble que incluye un equivalente a la reelección que está tajantemente prohibida, y con promoción partidista y posible acarreo ilegales. La pregunta es si conviene ejercer el derecho de voto en estas circunstancias o es preferible la abstención.

Desde el punto de vista jurídico, los que podían haber detenido o modificado el proceso de consulta revocatoria prefirieron no enfrentar la ira mañanera y se doblaron a sus deseos: en primer lugar, los diputados y senadores de Morena, el Partido Verde y el Partido del Trabajo; en segundo, los cuatro ministros de la SCJN en papel de comparsas. Ahora tocará al ciudadano decidir qué hacer el domingo de Ramos.

En vista de que la probabilidad de que acudan a votar 38 millones de mexicanos (40% del padrón electoral al mes de enero) es casi cero, y por lo tanto la consulta no tendrá efecto legal alguno, la decisión ciudadana de participar es sólo de carácter político con base en las inclinaciones de cada uno. Una amplia mayoría optará por ignorarla, ya sea por desidia o como ejercicio del derecho ciudadano a favor de la abstención.

En 2018, la tasa de participación en la jornada electoral fue de 63.5%, mientras que en la consulta sobre el juicio a expresidentes de solo 7%. El principal argumento a favor de la abstención es que, para no legitimar un proceso viciado, la participación sea más cercana a 7% que a 63.5%. Para las personas que votaron a favor del presidente López Obrador y aprueban su desempeño, la decisión es trivial: es importante que vayan a votar para que el voto contra la revocación sea lo más copioso posible.

Para aquéllos que, o votaron en contra y siguen sin ser convencidos por el desempeño de los primeros tres años, o votaron a favor pero se han decepcionado (no merece la pena abundar sobre el casi conjunto vacío de los que votaron en contra y ahora lo apoyan), la decisión de asistir a las urnas es más compleja: votar implica endosar un proceso que consideran viciado, pero abstenerse implica no ejercer el derecho a sufragar (aunque sí el de abstención) y mostrar su desacuerdo con el gobierno, aun a sabiendas de que, en cualquier caso, el resultado no tendrá validez jurídica al no alcanzarse el umbral mínimo de 40%.

¿Se puede estar seguro de que no se alcanzará el umbral? Sí, la revocación fue convocada por aquél que desea la ratificación, es decir, no hay un movimiento social extendido que esté pidiendo que el presidente no termine su mandato. La gente no saldrá masivamente a votar. Aun si salieran todos los que votaron por AMLO en 2018, no se alcanzaría el mínimo necesario. Si estuvieren dispuestos a salir todos los que votaron contra él, menos. Se requeriría que muchos de los que le dieron su voto y casi todos los que no se lo dieron decidieren participar, y que un buen número de los cerca de 10 millones de nuevos votantes quisieren sufragar. La experiencia en elecciones no presidenciales y en consultas no permite prever una participación para que la consulta surta efectos. Las encuestas hasta ahora, tampoco. Además, si la participación se esperara alta, el presidente no hubiera promovido la revocación, ni loco.

El resultado de la revocación va a ser juzgado con respecto a cuatro parámetros. El ciudadano indeciso sobre su participación puede evaluarlos para tomar una decisión un poco más informada.

• Parámetro 1: tasa de participación. Si es menor a 20% (la mitad del umbral mínimo, se puede considerar un fracaso para López Obrador por su incapacidad de movilizar votantes para su “ratificación”). Si usted pondera mucho este parámetro y está en contra del proceso, no promueva la revocación, no diga que va a participar. Si apoya decididamente al presidente, hágalo.

• Parámetro 2: porcentaje de revocación. Si resulta que más de 25% prefiere que el presidente no termine su mandato, es mala noticia para López Obrador. Si usted quiere mandar una señal de insatisfacción y no pondera mucho el parámetro 1, participe.

• Parámetro 3: resultados locales. Aun si la abrumadora mayoría de los que voten rechaza la revocación en promedio, en ciertos municipios el resultado puede ser más o muy adverso al presidente. Si usted vive en un municipio o distrito emblemático donde el resultado pueda ser notorio y no pondera mucho el parámetro 1, vote. En la Ciudad de México, por ejemplo, el impacto de que haya más altos números a favor de la revocación en alcaldías como Coyoacán, Tlalpan, Cuajimalpa, Álvaro Obregón, Miguel Hidalgo, Cuauhtémoc u otras puede ser importante para el presidente y para 2024.

• Parámetro 4: números absolutos. Si sólo 13 millones o 9 millones rechazan la revocación, López Obrador habrá obtenido, en su “ratificación” menos votos que Ricardo Anaya o que José Antonio Meade en 2018. Si usted no quiere que se compare al presidente con ellos, vote.

Finalmente, si usted pondera mucho el parámetro 1, haga promoción en contra del voto para que no se haga gordo el caldo, pero, sin decirlo, considere salir a votar el día de la revocación.

Twitter: @eledece 

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