Como resultado del levantamiento bianual de la Encuesta Nacional Ingreso Gasto de los Hogares (ENIGH) por parte del Inegi, en julio de este año el Coneval publicará los cálculos del estado que guardaba la pobreza en México en 2022. Será la última estimación de pobreza antes de los comicios presidenciales. La ENIGH se lleva a cabo durante el tercer trimestre de cada año par, por lo que el levantamiento siguiente tomará lugar entre julio y septiembre de 2024, después de la elección.

Es interesante observar que, aparentemente, los adversarios acérrimos del presidente López Obrador esperan confirmar que la pobreza no ha disminuido, mientras que el propio Presidente pareciera reacio a aceptar el crecimiento de la clase media que implica una disminución de la pobreza.

La semana pasada en una mañanera, el Presidente afirmó que “ayudando a los pobres va uno a la segura, porque ya sabe que cuando se necesite defender, en este caso, la transformación, se cuenta con el apoyo de ellos”, señaló además que ese apoyo no se encuentra entre “sectores de clase media, ni con los de arriba, ni con los medios, ni con los intelectuales”, por lo que “entonces no es un asunto personal, es un asunto de estrategia política”. Con estas declaraciones López Obrador pareciera apostar a que sólo los segmentos menos favorecidos de la población voten por los candidatos de su coalición y que la participación del resto sea relativamente baja durante la jornada electoral para asegurar el triunfo de Morena y sus partidos aliados. Alternativamente, podría también interpretarse como una preferencia para que el número de pobres no disminuya de tal suerte que un mayor número de votantes aspiracionistas no le retiren el apoyo que supuestamente de manera leal le otorgarían de quedarse en la pobreza.

Los resultados de la medición de la pobreza que se darán a conocer este año, aunque ya después de las elecciones del Estado de México y Coahuila, tendrán una lectura política interesante y potencialmente incómoda para algunos analistas.

Aunque faltan aún muchos meses para que se conozcan los datos oficiales, no es aventurado pronosticar que el Coneval anunciará una reducción de la pobreza total y de la pobreza extrema en 2022 con respecto a las mediciones de 2020.

Vale la pena recordar que la ENIGH 2020 se levantó en el tercer trimestre de ese año justo después de la fase más severa del confinamiento por Covid-19, cuando el impacto en la pérdida de empleos fue mayor. De acuerdo con Coneval, la pobreza total pasó de 41.9% de la población en 2018 a 43.9% en 2020, un incremento de más de dos y medio millones de personas, mientras que la pobreza extrema pasó de 7.0% a 8.5%, un incremento de más de 1.9 millones, en el mismo periodo. En la medición multidimensional que lleva a cabo el Coneval también se observa un descenso en las carencias de vivienda y acceso a la seguridad social, un deterioro marginal en acceso a la alimentación y educación, pero un incremento notable en la carencia de acceso a los servicios de salud que creció de 16.2% a 28.2% en sólo los primeros dos años de la Cuarta Transformación.

Los aumentos más significativos de la pobreza en 2020 se dieron en los siguientes estados: los turísticos, por el cierre del sector, Baja California Sur (de 18.6% a 27.6%), Quintana Roo (de 30.2 a 47.5) y Yucatán (de 44.0 a 49.5); los de la región central, por el impacto sanitario y no beneficiarse del programa contracíclico de Estados Unidos: Ciudad de México (de 30.0 a 32.6), Estado de México (de 41.8 a 48.9), Morelos (de 48.5 a 50.9), Querétaro (de 26.4 a 31.3), Puebla (de 58.0 a 62.4) y Tlaxcala (de 51.0 a 59.3); Jalisco (de 27.8 a 31.4), Sonora (de 26.7 a 29.9) y Nuevo León (de 19.4 a 24.3).

La recuperación de la actividad económica y el fin del confinamiento implican que se anunciará una reducción de la pobreza en 2022 en julio. La pregunta es si será suficientemente fuerte como para mejorar no tanto con respecto a 2020, sino a 2018. No será fácil que se logre, en especial por la relativa lentitud en la recuperación del Producto Interno Bruto y el incremento de los precios por la inflación en alimentos, pero tampoco imposible gracias a que los salarios reales han seguido creciendo desde que iniciaron su tendencia alcista en 2013, con excepción de 2017 por la inflación inesperada en el contexto del gasolinazo, a que en 2022 se recibieron montos históricamente altos de remesas por la estrechez del mercado laboral de Estados Unidos y las generosas transferencias de su gobierno por la pandemia, y por el aumento y generalización de pago de pensiones presupuestarias.

La mejora en salarios reales ha sido posible por el aumento sostenido del valor agregado generado por las empresas privadas en la gran mayoría de sectores de actividad económica y por una disminución relativa en el tamaño de las cohortes que ingresan al mercado laboral. El valor agregado es no sólo la diferencia entre ventas y costos de producción, sino que también es igual a la suma de nómina más utilidades. Es por ello que un mayor valor agregado, producto de la modernización empresarial en el contexto de 30 años de apertura comercial, se traduce en mayor capacidad para mejorar la compensación a trabajadores y la generación de mayores utilidades que permiten más inversión y explican el incremento significativo de la recaudación de Impuesto Sobre la Renta a personas morales.

Puede parecer aventurado anticipar las cifras de pobreza que se publicarán en seis meses, no obstante, se puede predecir con certeza que sus resultados serán interpretados políticamente y que resultarán sorpresivos para tirios y troyanos.

Twitter: @eledece

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