La narrativa que parece haber ganado en el ámbito de los comunicadores y en las discusiones políticas desde hace un tiempo es que el país está, de manera irremediable, peor que antes. El principal promotor de esta visión es el presidente López Obrador , que basa su discurso público en la argumentación de que los últimos años han sido desastrosos por sus resultados. Esta forma de dibujar la realidad ha permeado en no pocos analistas y estrategas político-electorales que sugieren en ningún caso vender el pasado, sino concentrarse en el futuro. No saber, o querer, defender lo avanzado en parte explica el resultado electoral de 2018.

La avalancha de datos e índices que se publican todos los días y las variadas interpretaciones de que pueden ser objeto en función de cómo se calculen respecto a periodicidad, tasas de crecimiento o cambios en ella, o población afectada, complica la comprensión objetiva de la situación económica que en realidad se vive. Cada grupo de interés utiliza los datos para llevar agua a su molino ideológico.

No obstante, la publicación del Censo de Población y Vivienda del Inegi permite tener una fotografía insesgada, una vez cada década, de la película de largometraje para apreciar de manera pausada la dirección en que se mueve México. Y hacerlo con indicadores que no resultan de una encuesta, de fácil interpretación y entendimiento, ni requieren de manipulación para explicarlos.

Esta semana se publicaron los resultados del ejercicio censal de 2020. Vale la pena revisar los más relevantes para apreciar si hubo mejoras durante lo que llama el presidente, de manera peyorativa, el periodo neoliberal.

El Censo 2020 confirma que México sigue siendo relativamente joven con una mediana de edad de 29 años, tres más que en 2010 y siete más que en 2000. El estado con mayor edad promedio es la CDMX con 35 años y el más joven Chiapas con 24. La relativa juventud, con respecto a otras economías con las que se compite, es una ventaja importante que debe saber aprovecharse. El cociente de dependencia (resto sobre personas en edad de trabajar, de 18 a 60) que se encuentra en su mínimo histórico de 0.74, cuando hace diez años era 0.80 y hace 20 0.92, refleja la fortaleza del bono demográfico y una oportunidad irrepetible en mucho tiempo de apostar a favor del desarrollo y la creación de riqueza basados en la competitividad.

Este bono es resultado del descenso en la tasa de fecundidad, ahora 2.1 hijos, cuando en 2010 era 2.3 y en 2000 era 2.6, pero se traduce en un menor crecimiento poblacional de 1.2%. El estado con la mayor tasa de fecundidad es Guerrero, 2.5, y el menor CDMX, 1.6. Diez estados tienen tasas inferiores al nivel de reemplazo, 2.1, para mantener la población constante.

Con respecto a los flujos migratorios, el Censo reporta 1.2 millones de habitantes en territorio nacional no nacidos en México. De ellos, en los últimos diez años los de Estados Unidos ocupan el primer lugar, Venezuela segundo y Colombia tercero.

En el ámbito interno, los estados con mayor inmigración en los últimos diez años son exitosos económicamente: Quintana Roo, Baja California Sur, Querétaro, Nuevo León, Baja California y Yucatán, mientras que los más expulsores fueron Guerrero, Tabasco, Veracruz, CDMX, Chiapas y Campeche.

A pesar de todo lo que se escucha, se observaron también mejoras en materia de educación. La asistencia escolar de niños de entre tres y cinco años pasó de 52.3% en 2010 a 63.3% en 2020; para alumnos entre seis y 14, de 94.7% a 93.8%, y de 15 a 24, de 32.8% en 2000, a 40.4% en 2010 y 45.3% en 2020. El analfabetismo disminuyó de 9.5% hace 20 años, a 6.9% hace diez y 4.7% ahora, mientras que los años de escolaridad subieron de 7.5 a 8.6 y 9.7. Por supuesto, estos números pueden leerse como educación insuficiente con respecto a lo deseable, pero sí marcan una tendencia positiva que debe conocerse y reconocerse.

En términos de oportunidades, el Censo reporta un crecimiento de la tasa de participación económica de la población de 49.3% en 2000 a 52.6% en 2010 y 62.0% en 2020, gracias a la incorporación de mujeres, cuya tasa pasó de 29.9% a 33.3% y a 49.0%. Los estados con mayor participación económica son Quintana Roo y Baja California Sur, con 68.5% y 67%, mientras que los de menor son Zacatecas y Oaxaca, con 56% y 56.8%.

En el ámbito de los servicios de salud se reporta una mayor afiliación, que pasa de 64.6% hace diez años a 73.5%.

Con respecto a la vivienda, el número de ocupantes promedio continuó disminuyendo: 4.4, 3.9 y 3.6 en los últimos tres censos, lo que debe tomarse en cuenta al analizar ingresos o gasto por hogar. Por su lado, el porcentaje de viviendas con piso de tierra pasó de 13.2%, a 6.2% y a 3.5%, mientras que la disponibilidad de electricidad de 95% a 97.8% y a 99%, y de agua entubada de 57.8% a 69.5% y a 77.6%.

En materia de equipamiento, las viviendas con refrigeradores crecieron de 82.1% en 2010 a 87.6% en 2020, con lavadoras de 66.4% a 72.8%, coches de 44.2% a 46.5%, celulares de 65.1% a 87.5%, acceso a internet de 21.3% a 52.1%, computadoras de 29.4% a 37.6%, mientras que la subscripción a servicios de películas en línea alcanzó a 18.8% de los hogares y a la televisión de paga 43.3%. Por otro lado, el número de viviendas con televisores bajó de 92.6% a 91.1%, de aparatos de radio de 79.5% a 67.6% y de teléfonos fijos de 43.2% a 37.5%.

En estos tiempos de comunicación polarizada y la idea de que cada uno puede tener sus propios datos, la revisión del Censo de Población 2020 que acaba de publicar el Inegi es obligatoria para todos aquellos interesados en tener una idea objetiva de la situación del país y quedar a la expectativa de lo que se logre para 2030.

Twitter: @eledece

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