La crispación política y el enfurecimiento de la sociedad crece día con día en el país. La sana retórica ha sido arrollada por una verborrea vulgar, violenta; cargada de odio y ceguera ideológica. La argumentación razonada no tiene eco y prácticamente se ha extinguido. El análisis sereno, orientado al encuentro de convergencias dentro de una realidad compleja, no goza de muchos seguidores.

En este ambiente dominado por el maniqueísmo y la cultura bipolar, el pasado 7 de los corrientes comenzó el proceso electoral, cuyo momento cumbre será la cita en las urnas el 6 de junio de 2021; tendrá mayor calado que la elección anterior del 2018.

En esa jornada se renovarán la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, se elegirán: 15 de los 32 gobernadores que hay en la República, 30 Congresos locales y mil 900 ayuntamientos de dos mil 474 establecidos en el territorio nacional.

Estará en juego una masa de poder político y administrativo determinante para el futuro del país. La prospectiva sobre su desenlace muestra un abanico de tres posibles escenarios: a) rehabilitación de los equilibrios republicanos, b) enquistamiento de la situación actual, c) regresión al sistema de partido casi único con autocracia presidencialista.

Para que esta abultada disputa de poder no desborde los cauces institucionales, riesgo presente dados los vientos de fronda que han sembrado tirios y troyanos con especial empeño; radicalizados por las tensiones desatadas por la triple crisis: económica-pandémica-inseguridad, será necesario hacer esfuerzos extraordinarios para reconstruir puentes de diálogo, abrir espacios de encuentro y promover la amistad cívica sustentada en la solidaridad, la tolerancia y el patriotismo.

En esta perspectiva debe valorarse la iniciativa tomada por los 10 gobernadores de la Alianza Federalista: Corral (Chih. PAN); Rodríguez (N.L. Indp.); Alfaro (Jal. MC); Riquelme (Coah. PRI); Cabeza de Vaca (Tam. PAN); Aureloles (Mich. PRD); Rosas (Dgo. PAN); Peralta (Col. PRI); Rodríguez Vallejo (Gto. PAN); Orozco (Ags. PAN); para abrir un diálogo auténtico con la federación que permita construir soluciones equitativas para las poblaciones de todas las entidades del país.

Por efecto del envenenado aire político que respiramos, actores políticos y la mayoría de los observadores interpretaron esa decisión como gesto de ruptura y confrontación. En realidad constituye un enérgico llamado para instaurar una interlocución eficaz y digna, sin humillaciones y simulaciones, con el titular del Poder Ejecutivo Federal.

Para que exista verdadero diálogo se deben dar cuatro condiciones: 1.- Claridad: las partes deben decir con sinceridad lo que piensan y sienten. 2.-Cordialidad: proceder con buena voluntad. No maltratar, menos intentar avasallar. 3.-Confianza: apertura en la escucha de las posiciones ajenas y aceptarlas si prueban su razón. 4.-Prudencia: tener presente la historia y los antecedentes de la relación previa entre los protagonistas.

Sería ingenuo esperar que de buenas a primeras se iniciara este necesario genuino diálogo político entre el poder central las entidades federadas. Antes hay que explorar nuevos cauces de aproximación y oxigenar los espacios de confluencia; tarde que temprano ocurrirá, nuestra turbulenta historia nacional lo demuestra. Lo importante es atreverse a dar el primer paso, los gobernadores de la Alianza Federalista ya lo dieron.

Analista Político. @lf_bravomena

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