“Dejemos a todo lo que es, que siga proclamando el secreto de su causa.”

Con esta frase termina una breve reflexión sobre la existencia el filósofo guanajuatense Eugenio Trueba Olivares. La escribió cuando su vigor decayó y su organismo comenzó a hacer ruido. En otro apunte cita lo que alguna vez leyó: la salud es el silencio del cuerpo.

Sus íntimas meditaciones filosóficas y análisis jurídicos se encuentran en “Las Notas y los días. Las marañas del ocio” (2019); bellísimo texto escrito por el maestro para sí mismo y sus amigos más cercanos.

No las redactó para publicarlas pero, a querer o no, se configuró un delicioso breviario de discernimientos sobre diversos temas de actualidad, realizados en la plenitud de un pensador colocado frente a la perspectiva de su final. Es sabiduría en estado puro; amena, breve, sin maquillajes. La podemos disfrutar porque sus hijos lo convencieron de compartirla y la Universidad de Guanajuato la editó.

Don Eugenio nació en Silao en 1920 y falleció el pasado 9 de junio en su casa frente al hermoso cerro de la Bufa. Partió al encuentro de la Verdad, la que buscó con esperanza. Seguro llegó a la eternidad con su bagaje de flores de jacaranda que se propuso no olvidar ni aún después de morir.

Sus biógrafos (Ríonda-Camarillo) lo identifican como “el último humanista”, para otros fue un personaje de talante renacentista por sus iniciativas y actividades multidisciplinarias.

Lo cierto es que poseyó un intelecto poliédrico y vena artística: filósofo, jurista, dramaturgo, director de teatro. Dos veces rector (1957-1961 y 1973-1977); miembro de la Academia Mexicana de la Lengua (1970); Presidente del Supremo Tribunal de Justicia. En domingos de fiesta brava fungía como juez de plaza.

Don Eugenio fue un líder cultural; en la cátedra, en el ejercicio jurídico, con su talento como creador y director de teatro influyó en seis generaciones; deja un abundante legado intelectual e institucional.

Como filósofo del derecho cultivó el iusnaturalimo clásico: la persona humana como causa final de las estructuras jurídicas. Algunas de sus obras en este campo: Derecho y Persona Humana (1966); Marx, Platón, San Agustin, Tomás Moro. Ensayo sobre utopías (1983); El Hombre, la Moral y el Derecho, (1986); Los enfoques actuales del positivismo jurídico, (2000); Guía temática de filosofía del Derecho (2009).

Como jurista escribió estudios y ensayos sobre normas y códigos.

Su obra como literato y dramaturgo es extensa; formó parte de la generación fundadora de los entremeses cervantinos, de donde abría de brotar el Festival Internacional Cervantino.

Escribió: Antesala (1956); La Pupila del Gato (1957); El integérrimo Madrazo (1959); La Turbia Imagen (1962); Una mala mirada (1971); Rio Revuelto (1982); Los Vencidos (1990).

¡Gracias Don Eugenio! Cien años serviciales y de vida sin desperdicio. Goce usted en presencia de la “evidencia invisible”; la definición de Dios por Víctor Hugo que le gustaba evocar.

Analista político. @lf_bravomena

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