“Muy pocos aciertan antes de errar”.
-Séneca.


 

De verdad que me gustaría pensar que el presidente López Obrador ha perdido la brújula, entonces habría oportunidad de encontrarla en algún punto, pero creo, más bien, que en un arranque de frustración la terminó estrellando en pedacitos. No hay más brújula, no hay más rumbo, no hay más que vísceras, corajes, desesperaciones y verborrea.

Dijo el presidente sobre el escándalo que desató Latinus y MCCI en torno a las mansiones de su nuera y su hijo, José Ramón López Beltrán: “ni siquiera es un asunto personal o periódico, es una disputa por la nación” y luego, taciturno, sigue en sus pensamientos desnudos: “A veces se gana el gobierno, pero no el poder y aquí sí es una lucha”.

Vaya, queda claro que tenemos a un soñador eterno en el poder cuando necesitamos a un estadista, nos toca un luchador bravo cuando nos urge un conciliador profundo. Estamos fritos, al menos por lo que resta del sexenio.

Que el presidente se sienta la encarnación de Juárez o de Madero y se empecine en verse como el representante de los buenos contra los malos en su reducida visión de la realidad es, francamente, una verdadera pena.
Él pudo haberse convertido en uno de los mejores presidentes de México, tenía todo a su alcance para pasar a la historia como un gigante y terminará dibujado como una triste y resentida caricatura de algo como López Portillo o Echeverría. Si bien le va, sus frustraciones, sus resquemores y su pequeñez serán un patético lastre convertidos en crueles chistes aunque puede ser que la sombra autoritaria e intolerante lo persiga por siempre.

El presidente tuvo a la élite de su lado que le apoyó sin miramiento una vez llegado al poder, esa mafia se le puso a los pies, esperando órdenes, sabedores de su derrota, humillados y, sí, con la cola entre las patas, pero dispuestos a construir, todos, por el bien del país y bajo su liderazgo… No duró, se entiende que no pudieran acordar, puede justificarse esa ruptura, pero ¿y lo demás?

López Obrador tuvo también el apoyo de los enfermos que dejó después sin medicinas y a las mujeres a las que despreció tildando el feminismo como una moda, convenció a los ecologistas que le dieron su voto y les respondió con energía sucia y toneladas de combustóleo, los profesionistas lo defendieron y convencieron a la gran clase media de que él sería una buena opción a lo que el presidente, empoderado y soberbio, les contestó con el estigma de aspiracionistas.

Y a los académicos los despreció, a los técnicos los vapuleó y a los periodistas los abandonó y a muchos de sus pobres los terminó haciendo miserables y le escupió a la sociedad civil y rompió con sus otrora aliados que vieron peligrosamente su conversión a la desconfianza general… El presidente rompió la brújula, mandó al carajo a las instituciones que podía transformar y junto a ellas a todo aquél que no piense igual.

Fue demasiado poder en muy poco tiempo, cualquiera, quizás, hubiese perdido la razón.

Pero sus constantes desplantes revelan algo más que un simple hombre apocado, ¿de verdad no escucha a nadie o es que nadie se atreve a decirle que está errado?, ¿de verdad es tan necio?, ¿de verdad es tan irascible?, ¿de verdad da tanto miedo?

Recuperar lo perdido tomará al menos una década cuando llegue el ocaso del lopezobradorismo, la reconciliación nacional no será una tarea fácil pero la historia será dura con el peor presidente de la historia… Aunque eso, seguramente, no lo alcanzará a ver el hombre que prefirió destruirlo todo, inclusive su propio legado.

DE COLOFÓN.- El nivel de confrontación con Estados Unidos se torna peligroso, las declaraciones de López Obrador sobre “el injerencismo” gringo le caen muy bien a Rusia en momentos de gran tensión mundial, basta ver la especial cobertura que han hecho agencias soviéticas sobre el tema.
Y aún faltan 949 días para que acabe el sexenio. 

 

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