“La diferencia entre una democracia y una dictadura consiste en que en la democracia puedes votar antes de obedecer las órdenes”

Bukowski

Cuando el presidente arenga en la plaza pública usa un discurso vulgar, muy barato, sin datos precisos, lleno de promesas, salpicado de acusaciones y repleto con trazos que son más producto de su imaginación que de la realidad.

Es evidente que la palabra excita sus emociones, en las plazas públicas López Obrador no habla pausado, no se toma el tiempo ni de respirar profundo ni de pensar con tiento cada una de sus palabras.

Ahí, con “el pueblo”, con “sus bases”, López está en su plano, juega con su acento tabasqueño y al final se adorna con un tonillo chillón y chocante que intenta demostrar fuerza pero que, fuera de su grey, parece más bien intolerante y autoritario.

Sus discursos y, aún más, el estilo de su oratoria me recuerdan a los dictadores latinoamericanos del siglo pasado, particularmente al chavismo que destruyó Venezuela marginando a la IP y exterminó la confianza del mundo en el país.

López no podrá ser Chávez jamás, tampoco creo que el presidente aspire a la construcción de un estado socialista radical sino que, más bien, dado que su pecho no es bodega, a menudo le rebasa la emoción.

Tampoco puede expropiar compañías de la noche a la mañana y aunque se muestre bravísimo con los empresarios nacionales a los que varias veces tacha de corruptos y somete a presiones sin sentido, es más bien dócil con las empresas trasnacionales, demasiado cauto, demasiado tibio.

Vamos, que es muy diferente el vituperio contra el Wall Street Journal o The Economist, que agarrarte a patadas con los capitales del mundo libre, pareciera que López es Salinas en esos menesteres: ni los ve ni los oye.

Hay muchas definiciones de un dictador. Aquél que gobierna con poderes absolutos de facto, por ejemplo, no le quedaría a la perfección, pero, ciertamente, tampoco le falta mucho para el control mayoritario del Congreso, de la Corte y de los órganos autónomos.

De que el presidente abusa de su poder no hay mucho cuestionamiento y las leyes no serán, necesariamente, el contrapeso de nada en su administración.

López ha perdido la confianza de muchos sectores que antes lo cobijaron, esa no volverá pero tampoco se trasladará a los políticos de la vieja guardia que inundaron al país de corrupción y se alejaron de la gente mirándonos a todos de soslayo.

No hay quién se le enfrente de momento y todos prefieren dejarle el camino libre, quizá porque todos tienen miedo de hacerlo rabiar y terminar, presos de su ira, envueltos en un gran problema.

En eso sí se parece a los dictadores: al presidente no le tienen respeto, le tienen pavor.

De colofón

María del Carmen Cuevas López, Presidenta del Tribunal de Justicia en Morelos, tiene dos CURPs, en uno dice que nació en 1962, igual a su acta de nacimiento, en otro “se bajó un año” y nació en 1963… ¿por qué será?

Google News

TEMAS RELACIONADOS