Dos años de la Cuarta, 730 días de “transformación”, de un cambio de régimen, de superar nuestra capacidad de asombro, de entender a un nuevo país que nace o muere entre las ruinas institucionales del pasado. Dos años de hacer estallar el status quo. Dos años de repensarnos una, otra y otra vez. Dos años.

“Cuando me da por pensar en mis defectos, me quedo dormido inmediatamente”
Oscar Wilde.

México arribó a la ola populista con López Obrador , no podía ser de otra manera, él era el hombre que hablaba con el pueblo cuando el pueblo ya no hablaba con el Estado, Andrés Manuel era la apoteosis que almacenaba resquemores enterrados por décadas en el imaginario de la nación.

Su movimiento representó a todos, a casi todos, a una clase media hastiada de corrupción y estancamiento económico, a una juventud de futuro cancelado, hasta la madre de discursos ininteligibles, viejos, a una clase intelectual que compraba la promesa de mayores recursos al arte y la ciencia, a un nutrido y próspero empresariado, alejado de la élite del viejo gobierno, que apostaba por el cambio de estafeta, por nuevos actores económicos para una más equitativa repartición de la riqueza y, sobre todo, su movimiento representó a un país muy pobre, a un país con millones de personas que ya no tenían nada que perder.

Dos años después, la Cuarta parece haberlos traicionado, la clase media avanza a paso firme rumbo al abismo que la convierte, poco a poco, en una clase más bien miserable, los jóvenes saben que no cuentan con el gobierno, ahora sí entienden el discurso y les queda claro que no son parte del mismo, los artistas e intelectuales que le echaron porras y vivas ahora se maldicen porque saben que les vieron la cara, aquellos empresarios que apoyaron la campaña, incluso con dinero, se truenan los dedos presas del nervio de que sus negocios terminen en la bancarrota por el rumbo turbulento con que el presidente lleva el timón del barco y, lo peor, los pobres son aún más pobres. Sí, siempre se puede estar peor, mucho peor.

El presidente se ha convertido en un Quijote que pelea contra molinos de viento, en su fantasía esos dragones están siendo abatidos, los despelleja sin piedad, ofrece su sangre a un pueblo que no se cansa de vitorearlo, el presidente vive en su sueño de cruzado, ¿qué pasará cuando despierte a la realidad y se dé cuenta que el país es un páramo donde sólo brota coraje y desilusión?

Dos años no es mucho tiempo, aunque sea mucho ya lo que se ha destruido, López Obrador llegó como una esperanza y podría convertirse en un estadista ejemplar, con sus yerros y sus aciertos, pero, primero, debe despertar de su capricho.

La pandemia es un estruendo, debería bastar tanto ruido con enfermos y muertos y pobres y desgracias para que cualquier gigante abriese los ojos, aunque, a veces, uno despierta para darse cuenta que la realidad asusta, que da tanto miedo que bien vale la pena dormir un ratito más.

DE COLOFÓN

“Ustedes ya ganaron mucho dinero por mucho tiempo, ya les toca perder y pagarles ustedes a sus empleados”... Dijo el SAT a los empresarios en la “negociación” de ayer.

Aún podría concretarse una alianza entre MC y el PAN con Luis Donaldo Colosio para la candidatura de Monterrey… Una ruptura en la elección de Nuevo León provocada por egos millennials sería maravilloso para el oficialismo.


@LuisCardenasMX

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