Ayer vivimos una lección fortísima en Washington , es una advertencia a quienes creemos en las libertades ganadas por el mundo occidental: nuestra democracia es demasiado frágil.

“Odiamos a ciertas personas
porque no las conocemos;
y no las conocemos porque
las odiamos”

Más gente cree hoy en Donald Trump de la que creía en él hace cuatro años. Sí, perdió las elecciones pero más de 10 millones de personas adicionales a las que votaron por él en 2016 lo hicieron en este 2020, al final, el tipo es un ganador.

Trump

es la prueba de que los vivales más indecentes pueden incendiar a las instituciones más sólidas, un hombre tan pequeño moralmente, pero tan rico en sus complejos puede ser un asesino del sentido común y de la decencia más elemental, un erosionador de libertades, el estereotipo del dictador moderno.

Allá, en Estados Unidos, sonó fuerte y caló hasta en los más radicales la frase del presidente electo Biden: somos más fuertes que esto.

Y sí, allá lo son, esta lección fortalecerá su sistema y evitará, quizá, que la historia vuelva a repetirse, los discursos del Capitolio después del ataque mostraron a un gobierno, a un Estado unido en contra del interés personalísimo de Trump.

El berrinche de ayer que comenzó en la mañana con el presidente azuzando a la muchedumbre, echando gasolina en la hoguera y terminó por la tarde con, al menos, una mujer muerta costará muchísimo al movimiento de Trump. ¿Hasta dónde, realmente, se quiere ser “antisistema”?, ¿vale la muerte de alguien ganar un argumento?, ¿vale incendiar el Capitolio con la evidente mentira de esa fantasía de una elección fraudulenta?

Dudo que el presidente Trump pague por sus delitos, dudo que algún día pise la cárcel, dudo que se haga más justicia que la de extinguirlo de la Casa Blanca y empotrarlo en las páginas más negras de la historia del planeta.

Aunque Trump aún no está derrotado, tendrá cuatro años para intentar recuperar el poder y envenenar, cada vez más, a una población frustrada por la realidad.

Pero, insisto, allá son más fuertes que una muchedumbre radical y resentida, ¿y aquí?, ¿en México qué nos espera?

Aquí, francamente, no creo que corramos con la misma suerte y dudo que en Palacio Nacional aprendan un poquito de lo que en Estados Unidos marcará para siempre en su historia.

Aquí seguiremos alimentando resquemores.

Aquí seguiremos con otros datos.

Aquí seguiremos apostando al odio, ni modo, es el precio de nuestra aversión a los espejos.

DE COLOFÓN.-

Defender a Hugo López-Gatell es un error que comete nuestro soberbio presidente, la soberbia se paga, primero con derrotas y luego con una soledad abismal.

@LuisCardenasMX