Prácticamente durante todo el sexenio del expresidente Peña Nieto existió un debate público que se repetía, al principio animosamente y al final ya con franca apatía, sobre la necesidad de cambiar el formato del informe presidencial.

Aunque abiertos a escuchar y proponer, lo cierto es que el grupo político del Presidente prefirió cobijarlo durante su mandato, evitando exponerlo a un debate parlamentario que lo hubiera puesto en ridículo al ser un hombre de pocos recursos argumentativos frente a un Congreso que, seguramente, querría devorarlo.

El cortoplacismo, clásico de la política mexicana, terminó mandando al caño la urgencia de modificar el formato de informe para adaptarlo al siglo XXI en la era, qué curioso, en donde todos pueden decir, justamente, lo que les venga en gana.

Hoy día no existe la obligación legal de que el Presidente rinda cuentas frente al congreso y si fuera, porque así le dio su gana, ni siquiera estaría forzado a escuchar, sentadito y calladito, los argumentos de la oposición.

El informe ha pasado de ser el “día del presidente” para ser el “día contra el presidente” y luego al día de “la de la paja mental del presidente”.

El mandatario hace un acto donde dice lo que quiere, y en el lugar que se le antoje, e invita a sus cercanos más aplaudidores… ¡Vaya pantomima!

Sospecho, que así como protegieron a Peña Nieto protegerán también a López Obrador.

Aunque choquen las comparaciones, el acto del pasado domingo fue prácticamente lo mismo en cuanto a las formas que el de hace un año.

Si la Cuarta Transformación es, verdaderamente, un cambio de “régimen” y no una continuación de los vicios del pasado, bien nos valdrían los nuevos vientos de cambio en un nuevo y fresco formato de informe donde se valga increpar, cuestionar, replicar y contrarreplicar al mandatario, ¿en lugar de aspirar a la medianía y la humildad no podríamos hacerlo hacia las mejores democracias del mundo?

Claramente, a López Obrador le fastidia la confrontación cara a cara, su discurso santurrón de la “superioridad moral” pareciera colocarlo, impoluto, como un iluminado ajeno al cuestionamiento público de los que llama “sus adversarios” y descalifica como desesperados y desquiciados.

Sin embargo, sin importar cartillas morales ni citas bíblicas, el Presidente, si realmente es un demócrata, debería perder el miedo al debate sin falacias y con los datos que todos poseemos.

DE COLOFÓN.— El tema en Liconsa y los favoritismos a empresas de cuates ha escalado a una denuncia, ante órganos internos de control, en contra del Titular de Administración.

@LuisCardenasMX

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