López Obrador podría quedarse con las ganas de aparecer en una boleta electoral, ya no se diga en los comicios de 2021 o, después, en 2022, sino por lo que resta de su sexenio.

La idea del Presidente consistía en someterse, y someter a sus futuros homólogos, a la “voluntad popular” cada tres años, porque el pueblo bueno y sabio pone pero el pueblo bueno y sabio quita.

Más allá de una “revocación”, que para fines de popularidad suena de maravilla, lo planteado por López Obrador parecía, más bien, una reelección.

Si cada tres años, pasase lo que pasase, habría una votación para dejar o remover al Presidente, en términos estrictos eso sería una ratificación.

La revocación de mandato, utilísima en las mejores democracias, no tiene, necesariamente, una fecha fatal sino que es una herramienta que utilizan los contrapesos al poder cuando sus representantes han cometido un exceso, una falta de tal tamaño que les ha repercutido en la pérdida de confianza ciudadana y, en consecuencia, de su legitimidad.

Más allá de una votación popular, creo que la revocación o, mejor dicho, el método más efectivo y serio para la revocación pasa, más bien, por el Congreso… De la actual manera parece, mucho más, un circo.

Pensemos en un ejemplo, supongamos que estalla un escándalo que involucra a Andrés Manuel López Obrador en un acto de corrupción, pensemos que, es un ejemplo, se lleva una buena tajada en la venta del avión presidencial.

Como cualquier acto de corrupción, probar el hipotético cochupo del Presidente no será una tarea sencilla, sin embargo, pensemos que el escándalo ha llegado a cuestionarlo tanto que su legitimidad se ha vuelto, literalmente, un bono basura.

En plena crisis política, resulta que el 3% de la población electoral nacional, proporcionalmente distribuida por todo el país, logra, de alguna forma, ponerse de acuerdo e iniciarle un procedimiento de revocación, aún con ese gran éxito los inconformes, ese pueblo bueno y sabio, habrá de esperar todavía unos meses o unos años pensando que el gobierno no hará nada para revertir o favorecer su situación.

Al fin, cuando llegue el gran día de la votación para remover al Presidente, habrá que esperar a que al menos el 40% del electorado haya participado para hacer el resultado vinculante… ¡fácil!, ¿no?

Con el método aprobado en el Senado, ni Peña Nieto hubiera sido removido con cientos de Casas Blancas.

Otro cuento sería si la revocación pasara, más bien, por una compleja votación en el Congreso. Como sea, parece que López Obrador se quedará con las ganas de ser ratificado.

De Colofón.- Puede ser que el nuevo Tlatlaya sea Tepochica.

@LuisCardenasMx

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