“Cuando los tiranos parecen besar ha Ilegado el momento de echarse a temblar.” Pericles.

Reconozco en el hoy subsecretario de Gobernación, Ricardo Peralta, a un hombre comprometido con las causas del país.

He tenido la oportunidad de conversar algunas veces con él, siempre al aire, y me parece un tipo sensato, quizá, eso sí, un tanto impulsivo en sus reacciones dadas las coyunturas políticas e, incluso, hasta ideológicas que vivimos.

Ayer, en su espacio de Excélsior, quiero pensar que Peralta tuvo uno de esos impulsos que lo han puesto, de nuevo, en el ojo de la polémica.

Para el subsecretario de Gobernación (una investidura que, bien lo sabe Ricardo, uno no puede quitarse así como se quita los calcetines y se pone otros), una fake news o, incluso, hasta una malinterpretación de la noticia podría terminar con un ciudadano acusado de terrorismo o, si anda de malas, hasta de traición a la patria.

Dice Peralta, basado en el 139 del Código Penal Federal, que: “Dada la trascendencia de este delito en la vida pública del país, forma parte del catálogo de los delitos que merecen prisión preventiva oficiosa.

Pero si además, hay señales de vicios golpistas, podrán ser considerados como traición a la patria, sedición o motín de acuerdo a los artículos 123, 130 y 131 del CPF y –en los casos de delincuencia organizada– las penas se podrían triplicar.

No es –ni de cerca– una travesura inventar una noticia falsa y difundirla. Es un delito y representa una afrenta contra la sociedad entera.”

Quizá, el jurista ha chocado con el ideólogo, con el político y hasta con el simpatizante de un gobierno, creo que sin dolo ni malicia, llevando el discurso a terrenos harto peligrosos para las libertades ciudadanas.

Para el subsecretario quizá no ha quedado claro que la difusión de una noticia no es, precisamente, una ciencia exacta, el caso de Culiacán ejemplifica de manera magistral el tema: mientras el gobierno no generaba información clara y chocaba en versiones, se difundieron cientos de datos que se corroboraron con otras fuentes, muchas de ellas oficiales pero off the record o basadas en testimonios ajenos al poder establecido.

El periodismo, aunque le pese a los gobiernos autoritarios, no es un florero para adornar boletines oficiales, sino un contrapeso ciudadano al poder, un ejercicio de libertades para contar historias reales que se basa en diversas fuentes y que contrasta la realidad oficial con otros datos, con los de la realidad.

Una lectura como la del subsecretario Peralta fue, justamente, la que llevó a la dictadura de Nicolás Maduro en Venezuela a expulsar a CNN y a otros medios del país.

Así como su jefa, Olga Sánchez Cordero, explicó su más reciente pifia en Baja California, a propósito de la Ley Bonilla, en un amplio texto y dejó en claro sus principios democráticos, tal vez valiera que Peralta aclarase también, con mayor precisión, su postura con respecto a la prensa libre.

Urgen voces de mesura, tal vez el Subse 911 podría ser un gran representante de ellas.

DE COLOFÓN.- Los ataques contra periodistas del fin de semana arrojan también “otros datos”, cualquiera puede utilizar herramientas disponibles en la red para darse cuenta que los mayores ataques fueron orquestados e influenciados por los falderos del Presidente en su red AMLOVE… Es lo malo de esto, todo queda registrado sin importar lo que se diga en la mañanera.

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