México es sublime en la belleza de su litoral, la policromía de sus mares, la riqueza de su biodiversidad marina. Destino predilecto para vacacionar, fuente de alimentos y empleos, el mar, sin embargo, ha sido ignorado, peor aún, maltratado demasiado tiempo.

El 8 de junio, se celebra el Día Mundial de los Océanos con el fin de generar conciencia sobre la importancia de éstos para sostener la vida en el planeta, y destacar la urgencia de adoptar enfoques sustentables para revertir el daño que la actividad humana provoca a costas, mares y océanos.

Los estragos han ido en aumento: la acidificación de las aguas, el blanqueamiento de los corales, la pérdida de hábitat y biodiversidad son solo ejemplos del impacto humano en sistemas complejos que regulan equilibrios planetarios. Para hacer frente a los grandes desafíos de la humanidad como el cambio climático, la inseguridad alimenticia, las pandemias e, incluso, la desigualdad y la pobreza, se requiere de mares y océanos sanos. De allí la importancia de avanzar en el cumplimento del Objetivo 14 de la Agenda 2030, que llama a conservar y a hacer un uso sostenible de costas, mares y recursos marinos.

México debe mirar al mar: su situación es envidiable para impulsar un desarrollo sostenible basado en una economía azul. Cuenta con 11 mil kilómetros de costa, una superficie marina 1.5 veces la del territorio terrestre, una variada riqueza natural. El patrimonio de la Nación abarca la zona económica exclusiva, con sus recursos marinos y submarinos. En las costas conviven turismo, actividades pesqueras, energéticas, comerciales. Las comunidades costeras contribuyen a la economía nacional y son fuente importante de empleos. Sin embargo, el delicado equilibrio se encuentra en riesgo constante por la depredación y amenazas latentes de contaminación.

Dada la riqueza de nuestras costas y mares, y su papel como alternativa para impulsar el desarrollo y bienestar, México se beneficiaría de comprometerse en los hechos con las 9 Comunidades de Acción a favor de los Océanos, establecidas por Naciones Unidas, en aras de conservar océanos sustentables para las futuras generaciones. Los ámbitos de trabajo multi-actor incluyen: corales, manglares, contaminación marina, acidificación de los océanos, gestión de los ecosistemas marítimos, conocimiento científico, economía azul sostenible, pesca sustentable y derecho del mar.

Esta es una agenda apremiante para el sector energético. Nada justifica la destrucción de manglares que protegen a las costas de los huracanes y son esenciales para regular ecosistemas, mucho menos la construcción de una refinería que contribuirá al calentamiento global. Nada justifica reducir presupuestos al mantenimiento de instalaciones petroleras submarinas o acelerar sin apego a normas ambientales la producción de crudo en el mar, con el riesgo de accidentes de alto impacto destructivo. Nada justifica quemar combustóleo esparciendo ceniza sobre las playas y comunidades costeras.

En tiempos de austeridad, es fundamental reforzar el cumplimiento de las obligaciones ambientales. La Constitución y las leyes del sector energético contienen previsiones en materia ambiental que deben acatarse. El Decreto del 7 de diciembre de 2016 establece zonas de salvaguarda en las que no puede realizarse actividades de exploración y extracción de hidrocarburos, protegiendo manglares y sitios RAMSAR, arrecifes de coral, la plataforma de Yucatán, el mar Caribe y el mar que bordea la península de Baja California. Proteger ese acervo natural requiere cumplimiento de leyes y regulaciones, e instituciones sólidas. Por ello, preocupa la austeridad impuesta a ultranza en instituciones encargadas de proteger el patrimonio natural de México, como la CONANP.

Los mares y costas de México están llamados a jugar un papel central para erradicar la pobreza extrema y alcanzar la seguridad alimentaria. En la economía azul sustentable México tiene una alternativa de desarrollo y bienestar. Es tiempo de mirar al mar.

Académica SNI

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