El 3 de mayo estudiantes de la Universidad de Guanajuato protestaron masivamente en la capital de ese estado por la muerte en Irapuato de uno de ellos a manos de la Guardia Nacional (GN).

La GN es un cuerpo armado de reciente creación —se empezó a formar hace apenas dos años— y aunque ya cuenta con 114 mil efectivos repartidos en más de 220 cuarteles, aún está en formación. Partiendo del supuesto que los orígenes de una institución suelen dejar marcas indelebles, es apropiado discutir lo que debe y lo que no debe ser la GN para evitar que cuajen malos “usos y costumbres”.

La raíz de la GN está, parcialmente, en el siglo XIX. La Constitución de Cádiz supuso la creación de milicias cívicas y en 1846 México creó una GN como conjunto de cuerpos locales de ciudadanos armados distinto del ejército y que podían ser llamados a servir fuera de su región, como sucedió en la guerra del 47 contra el invasor. El ejército siempre vio con recelo a estos ciudadanos armados y pronto dejaron de operar, aunque la “Segunda Reserva” ideada por el general Bernardo Reyes en 1900 fue un intento de revivirlos. Los Rurales de la Federación del Porfiriato pueden incorporarse en los antecedentes de la actual GN por ser un cuerpo militarizado, bien equipada, dependiente de la Secretaría de Gobernación y que debía dar seguridad en los caminos, aunque también se le uso para reprimir descontentos. La Revolución y la reforma agraria formaron a las Defensas Rurales conformadas por ejidatarios voluntarios modestamente armados y controlados por el ejército.

Desde la segunda mitad del siglo XX, México padece los efectos de una explosión de crimen organizado. Para 2020 operan en el país al menos 150 carteles y células criminales, (cálculo del Programa de Política de Drogas, EL UNIVERSAL, 05/05/22), lo que indica que las estructuras policíacas e incluso la intervención directa de las fuerzas armadas no han recuperado para el Estado dos características esenciales: el control del territorio y el monopolio efectivo de la violencia. De ahí la decisión de revivir a la GN pero ya no como una organización de ciudadanos sino como un cuerpo armado de profesionales garantes de la seguridad interna.

El núcleo inicial de la GN lo conformaron efectivos del ejército y la armada, lo que busca asegurar en el nuevo cuerpo características esenciales: disciplina, organización y profesionalismo. Sin embargo, el incidente de Irapuato ha llevado a sus críticos —que en buena medida son también los del gobierno— a subrayar que la GN también está heredando características negativas: una resistencia a la transparencia para dar cuenta de las circunstancias en que emplea su fuerza, ( Animal Político , 04/05/22). Y es en este punto vital donde sus mandos políticos y militares deben insistir en imprimirle un carácter distintivo: rendir cuentas puntuales y sistemáticas a la sociedad en torno a sus acciones y no tolerar ni encubrir incidentes de mal uso de sus atribuciones.

Lo anterior es fácil de proponer, pero difícil de poner en práctica. Nuestro ejército nació en el siglo XVIII y su primera gran misión no fue enfrentar la temida invasión inglesa sino aplastar una gran rebelión que estalló en 1810. La brutalidad de esa lucha fue la primera de una serie de excesos que van desde las ejecuciones en masa de insurgentes hasta la matanza de estudiantes en 1968, la posterior guerra sucia o las ejecuciones de Tlatlaya en 2014.

A problemas de fondo conviene enfrentarlos de la misma manera para impedir que se normalicen: se debe dar al nuevo cuerpo la oportunidad de ganar y retener la confianza del entorno social en que va a desarrollarse y operar.

Hay que evitar que la parte indefendible de la historia militar mexicana se reproduzca en la GN.



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