Mañana se celebra el Día del Padre. Su institución es mucho más reciente que el emblemático Día de las Madres, en plural. Las paternidades y maternidades siguen cargadas de estereotipos, de roles socialmente preestablecidos. La abnegación, la renuncia, el sacrificio, la entrega siguen siendo asociadas a la figura materna. Se dice que nuestra madre es “quien que nos amó antes de conocernos”. ¿Podría nuestro padre haberlo hecho también? ¡Claro que sí! Hay padres que se involucran desde que inicia el proceso de gestación, otros huyen y mantienen la cara de “yo no fui” aunque después las pruebas de ADN asienten lo contrario.

Quien depositó la mitad de la carga genética en el cuerpo de la mujer queda fuera, la gestación continúa en el vientre materno; el nuevo cuerpo se va nutriendo de la madre y hay una unidad indisoluble que físicamente se corta con el cordón umbilical. Viene el proceso de amamantamiento y de los primeros cuidados. Estos, durante mucho tiempo, correspondieron a la madre y a otras mujeres: abuelas, hermanas, tías, comadres. Las cosas han cambiado. Quien quedó fuera por biología, puede y debe, en un nuevo arreglo social, involucrarse en los cuidados desde el primer momento: cambiar pañales, preparar biberones, velar el sueño del nuevo ser, no puede ser responsabilidad exclusiva de la madre quien, además, atraviesa el puerperio y está en pleno reajuste físico y emocional.

Tenemos entonces las figuras de los padres que están presentes y las de otros que eligen seguir fuera, ser espectadores, no hacerse responsables y hasta desaparecer.

El que la gestación se dé en el vientre materno ha llevado a pensar que, en consecuencia, las tareas de cuidado le tocan a la madre para toda la vida. Cuando el hijo tiene horas o días de nacido, meses, un año, 5, 10, 30, 40 o hasta más. Porque las madres tienen capacidad de gestar, entonces los cuidados y desvelos le corresponden a ella, como también la ropa y casa limpias, la comida, el proceso de socialización, las tareas escolares, la atención en casos de enfermedad, etc. y si algo de todo esto sale mal, es su culpa. Si no lo hace bien es “mala madre” o madre desnaturalizada, esto es, no responde a los llamados de la naturaleza. ¿Por qué no se usa la expresión padre desnaturalizado cuando éste no asume los cuidados de por vida? Porque la naturaleza aparentemente tiene la última palabra. Afortunadamente, los seres humanos somos mucho más que determinismos biológicos y nos podemos organizar para construir un mundo más justo.

Hoy, cada día más hombres se implican en el proceso de cuidados, no solo acompañan, educan, forman y están ahí cada vez más, no por obligación, sino por un deseo genuino de cumplir un rol distinto más allá de lo que aparentemente les toca. Hoy se habla de masculinidades positivas, transformadoras, no hegemónicas que llevan cambios en los roles tradicionales. Hemos hablado mucho de erradicar los estereotipos que giran sobre la madre, pero también es importante romper los que gravitan sobre el padre. Valorar en él la ternura, por ejemplo. Que se hable del amor incondicional de padre. ¿Por qué no? Que su figura deje de estar infravalorada en el imaginario social. El padre presente vale y mucho. Papá es una palabra escondida en el mexicanísimo apapacho. Que mañana sea día de las paternidades responsables y gozosas. ¡Felicidades!

Catedrática de la UNAM. @leticia_bonifaz

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