Hace apenas un mes, aunque parezca mucho más, las mujeres de México tomamos las calles para exigir el respeto a nuestras vidas y a nuestros derechos en un plano de igualdad. Hace un mes también, nos quedamos un día en casa para hacer visible nuestra ausencia en el espacio público y nuestro valor en el espacio privado. Días después, el mundo entero entró en pausa por la epidemia y el tema pasó a ser otro.

Y así, de repente, en el espacio más pequeño, la casa, quedamos confinados con nuestras familias. Los días comenzaron a parecerse unos a otros y las horas a caminar lento, muy lento. Se abrió un espacio para la introspección y nos topamos con muchos espejos en los que apenas nos reconocemos. Esta crisis puede sacar lo mejor o lo peor de nosotros tanto en lo personal como siendo parte de la humanidad. Nuestra reflexión debe ir desde nuestro entorno inmediato hasta nuestra responsabilidad para con el planeta: nuestro estilo de vida, nuestra forma de gastar o malgastar tiempo y recursos.

En el tema de género, el encierro ya mostró que, a pesar del confinamiento, continuaron registrándose feminicidios y se incrementaron las llamadas al 911 para denunciar violencia doméstica. Ha sido evidente que, para muchas mujeres y niñas, su propia casa es un lugar en extremo riesgoso más cuando están junto al agresor todo el tiempo.

La muerte de Ana Paola —la adolescente de Nogales— o la niña de dos años de Puebla, son solo muestra de un horror que se sigue reproduciendo en toda nuestra geografía.

El fenómeno se ha presentado de la misma manera en todo el mundo. Eso explica el pronunciamiento de Antonio Guterres, Secretario General de Naciones Unidas, para llamar a la paz en los hogares, diciendo que “lamentablemente, la violencia no se limita a los campos de batalla y la amenaza sobre mujeres y niñas se hace más severa en estos tiempos de confinamiento en el lugar donde precisamente deberían estar más seguras: en sus propios hogares”.

En la región, la Secretaria Ejecutiva de la CEPAL, Alicia Bárcena, junto a María-Noel Vaeza, la directora regional de ONU Mujeres, llamó a los Estados a garantizar los derechos de las mujeres en el marco de la pandemia por considerar que estamos más expuestas a la violencia. Pidió implementar políticas públicas integrales desde una perspectiva de género en el corto, mediano y largo plazos. 29 países de América Latina analizaron distintos escenarios económicos y sociales de la crisis actual y su impacto diferenciado en las mujeres. Bárcena dijo que el Covid-19 ha puesto de relieve las desigualdades, pero también ha hecho visible la importancia de los cuidados —mayoritariamente hechos por mujeres— para la sostenibilidad de la vida.

La violencia tiene distintas manifestaciones y no siempre se identifica como tal por las víctimas. Puede ser psicológica, económica, patrimonial y física y puede estar expresándose, en estos momentos, a través de bromas hirientes, amenazas, uso de los hijos como medio de chantaje, preguntas insistentes de con quién chateas o con quién hablas; gritos, golpes, etcétera. El tiempo de encierro puede exacerbar conductas y hacer, más difícil o más lenta la reacción individual e institucional, así como el acompañamiento y atención a las víctimas.

Además de los esfuerzos de las instituciones federales o estatales, la sociedad civil también está ofreciendo alternativas de apoyo. La pausa obligada en la vida social —para reducir el contagio del Covid-19— no puede dejar en la indefensión y desatendidas a quienes están en mayor riesgo.

Las exigencias del 8 de marzo siguen igual de vivas, las voces y reclamos no están en las calles, pero sí en los espacios virtuales con el mismo apoyo solidario. La agenda feminista se sigue planteando y construyendo desde el espacio esencial: nuestros hogares.


Catedrática de la UNAM. @leticia_bonifaz

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